Niños del Volta. (Foto: Ahmed Velázquez) |
Los niños del río Volta
no tienen infancia. Sus juguetes son los
cubos sobre sus cabecitas, que han
aprendido a sostener el peso del agua, imprescindible para sus casas. No conocen
su inocencia y tienen la responsabilidad de llenar de agua las vasijas de sus
hogares, distantes hasta a kilómetros.
Cada día estos pequeños hacen un recorrido que es ya habitual. Para ellos, el entrar al río y llenar sus vasijas es su principal juego. Es un mundo que los absorbe.
Cada día estos pequeños hacen un recorrido que es ya habitual. Para ellos, el entrar al río y llenar sus vasijas es su principal juego. Es un mundo que los absorbe.
Inúa. (Foto: Ahmed Velázquez) |
Inúa es uno de los más
pequeños. A la altura de sus ocho años, no sabe decir cuántas veces en su corta
vida ha venido al río, cuántos cubos ha llevado sobre su cabecita, o qué
distancia recorre cada día en su tarea principal. Él nunca ha asistido a la
escuela.
No sabe leer ni escribir, pero se conoce al dedillo el camino más corto para llegar al Volta y es diestro en el llenado del cubo sin bajarlo de su cabeza. Hoy está con malaria; se cansa y se sienta un instante sobre un bote varado en la orilla. Le duele la cabeza y sufre de fiebre, pero tiene que seguir.
Así son los niños del Volta, el mayor río de Ghana, que cruza de norte a sur ese país del África Subsahariana, único entretenimiento de muchos pequeños como Inúa.
No sabe leer ni escribir, pero se conoce al dedillo el camino más corto para llegar al Volta y es diestro en el llenado del cubo sin bajarlo de su cabeza. Hoy está con malaria; se cansa y se sienta un instante sobre un bote varado en la orilla. Le duele la cabeza y sufre de fiebre, pero tiene que seguir.
Así son los niños del Volta, el mayor río de Ghana, que cruza de norte a sur ese país del África Subsahariana, único entretenimiento de muchos pequeños como Inúa.
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