Comencé a
fumar cuando era un jovencito de unos 22 años, después de egresar de la escuela
poligráfica provincial Félix Bravo Hernández, de la ciudad de Santiago de Cuba,
e iniciar mi vida laboral en la docencia, como profesor de secundaria básica.
Recuerdo
que fue como un acuerdo de algunos de los profesores de entonces, para vernos
más hombres delante de las muchachas, a quienes no le desagradaba, y porque
según nosotros, el cigarro nos daba cierto toque de distinción.
Antes no lo
había intentado, ni cuando estudiaba en Las Tunas ni cuando estaba becado en Santiago,
porque en mi casa había una educación recta, y aunque mi padre fumaba tabacos,
Dios nos librara de imitarlo, y muchas veces, cuando yo llegaba de la calle, mi
madre me olía la boca en busca de un signo que me delatara.
Por aquel
entonces, como ahora, yo me cuidaba mucho los dientes, porque consideraba –y aún
considero- que era uno de mis grandes atractivos, y como la nicotina mancha la
dentadura, yo siempre decía que al primer signo de mancha dejaba el cigarro.
Y así pasó
el tiempo y aquel hábito se arraigaba en mi, que siempre tenía la pretensión de
abandonarlo, lo que se convirtió en una de mis grandes metas, y en una ocasión
lo dejé y volví sobre él por la falta de voluntad, y entonces, cuando nació
Maikel, mi primer hijo, su mamá María me peleaba cada vez que lo tocaba porque
en verdad dejaba en el niño toda el mal olor de la nicotina y aquello se convirtió
en la gran razón para dejar aquel hábito nocivo y al que hasta llegué a odiar.
Tres meses después
de nacido Maikel dejé el cigarro y para siempre, aunque confieso que después de
un año tenía que alejarme de los fumadores porque me entraban deseos de echar
un humo cada vez que olía aquel olor, pero la decisión y la voluntad se
impusieron para siempre.
Hoy, hace
34 años que no fumo, y ninguno de mis hijos tampoco, porque no han tenido ese
ejemplo negativo, además de que en mi casa nadie puede fumar.
Por ello,
es importante que nadie se inicie en ese camino, fatal por demás, y si alguna
vez lo hizo, pues ponga su voluntad a prueba, porque siempre hay tiempo para
alejarse de tan nociva práctica.
0 comentarios:
Publicar un comentario