La primera
vez que tuve conocimiento de Santa Bárbara yo era un adolescente de 11 o 12
años, que me atreví, junto a otros amigos del barrio, a visitar una casa
ubicada a una cuadra de mi vivienda, donde todos los días 4 de diciembre hacían
grandes fiestas en honor a Shangó.
Por ese
entonces yo no entendía nada de aquello que me daba diversión y asombro, al ver
a tanta gente alrededor de la Santa, que vestida de rojo con su elegancia de siempre,
miraba con atención a todos cuánto le pedían deseos y le echaban flores, dulces,
vino, aguardiente, manzanas, canela, en un ritual impresionante que deleitaba a
todos, aunque algunos como yo, no entendiéramos nada.
De mi madre
escuchaba que Santa Bárbara alumbraba el camino de muchas personas que se
apegaban a ella, pero siempre con cierto recelo porque ella creía que las cosas
con Shangó eran a partir de la sangre, y yo, como no entendía nada, solo
escuchaba con atención todo cuánto me decía mi progenitora.
En aquellos
tiempos la Santería o la religión Yoruba no eran bien miradas por muchos cubanos,
sobre todo practicantes de otras religiones, y siempre existía una mueca de
desdén al referirse a ellos, porque los veían como seres de malos sentimientos.
Hoy, aunque
no voy a los homenajes a Santa Bárbara, conozco mucho más de esta guerrera y
toda la estela de buenas acciones que aseguran sus seguidores, siempre al lado
de su santa, que le abre los caminos y los llena de bienhechora luz.
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