Fidel ya está en el corazón de una roca, enorme, sólida, fuerte como el Caguairán.
Es una roca de granito bajada de la Sierra Maestra, de su Sierra, para hacerlo perpetuo en el tiempo que ha sido su cómplice desde que dio el primer grito de la aurora en su Birán natal.
El pueblo de Cuba todo lloró su partida, pero sobre todo, juró ante su sagrado concepto de Revolución para caminar junto a él por los siglos de los siglos.
Raúl, el General, el Presidente, su hermano menor, él mismo, ha depositado sus cenizas en el corazón de la Roca y lo ha saludado militarmente, en un gesto simbólico que no es más que una frase, un pensamiento: ¡Comandante en Jefe. Ordene!
Porque Fidel, nadie lo dude, continuará ordenando, y nosotros, los cubanos de hoy y de siempre, seguiremos cumpliendo su mandato.
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