Ella está en la Red. Espera que
le sirvan el almuerzo y está en la tela de araña. Casi no percibe nada de lo que pasa a
su alrededor. Como un reflejo incondicionado le da las gracias a la muchacha
que le sirve agua y sigue entre comentarios, me gusta, me encanta. Su acompañante le pregunta algo y no
responde de momento. Al rato levanta sus ojos negros y dice ¿qué? Y sigue en metida dentro del móvil. Ríe por algo que lee y escribe. Llega el almuerzo y le pesa interrumpir
la comunicación. Deja el teléfono a un lado, pero bien cerca, donde pueda ver
lo que pasa en del otro lado. Corta un pedazo de carne y lo lleva a su boca. Mastica
lentamente y sus manos, como un resorte, toman nuevamente ese imprescindible
aparato que abre su ventana al mundo. Levanta sus ojos dos segundos y mira a su
acompañante que disfruta lo que ella hace. Le muestra su sonrisa lujuriosa. «No te preocupes, ya termino», le dice y sigue pasando su dedo por el cristal, de abajo a arriba,
mientras degusta un pedazo de bistec uruguayo de cerdo, su carne preferida, que
aun así, no compite con la Red.
martes, 31 de julio de 2018
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