Escenas como esta han sido comunes en Sudáfrica. (Foto: AFP) |
Un día
cualquiera, salió de su rico pensamiento esta frase que ahora se torna
inmortal: “La muerte es algo inevitable. Cuando un hombre ha hecho lo que él
considera como su deber para con su pueblo y su país, puede descansar en paz.
Creo que he hecho ese esfuerzo y que, por lo tanto, dormiré por toda la
eternidad”.
A esa frase
se une esta otra que dijo sobre la muerte: “Si tengo que morir, declaro para
todos los que quieran saberlo que iré al encuentro de mi destino como un
hombre”.
Y Madiba ha
encontrado su destino como hombre.
En esta
mañana de diciembre, cuando gran parte del mundo lo ha llorado y lo llora aún,
la tierra agradecida, su tierra, acoge su simiente como el baobad africano, que ha
soportado la furia del tiempo por miles de años, y sigue ahí, como símbolo imperecedero, como
lo es Madiba desde que comenzó su lucha por la libertad, y ni 27 años de
encierro pudieron doblegarlo.
En Qunu,
Eastern Cape, su ciudad natal, en el jardín de su casa familiar, la tierra se
ha abierto nuevamente para depositar la semilla rebelde de Nelson Mandela,
junto a su padre Mphakanyiswa
Gadla Henry, su madre Noqaphi Nosekeni, y su hijo Magkatho
Lewanika.
Mucho antes
del 5 de diciembre, cuando se despidió del mundo, en la paz de su hogar, en la
tranquilidad de su alma, el mundo estuvo al tanto de su salud, de su lucha por
la vida aun con sus 95 años, y millones de personas estaban al tanto de su
complicación pulmonar, que lo tuvo en vilo por más de cinco meses.
Y después,
solo unos minutos después del 5 de diciembre, cuando se supo la noticia de su
deceso, el mundo todo levantó sus ojos hacia la estatura del líder sudafricano,
que sobrepasó las fronteras de su país, para esparcir sus ideas revolucionarias
por toda África y por todos los continentes.
Decenas de
jefes de Estado y personalidades de todo el mundo acudieron a rendirle homenaje
en su Sudáfrica natal, con varios días de duelo no solo en su nación, con
llanto, pero sobre todo, con la satisfacción de su vida íntegra dedicada a las
causas justas, a la lucha contra el Apartheid.
Descansa
bien en la misma paz que concediste al pueblo de Sudáfrica, Tata Madiba; que
Dios bendiga tu alma y le conceda el descanso eterno, ha rezado un mensaje
radial transmitido por canales nacionales de Sudáfrica ante el adiós del Premio
Nobel de la Paz.
Ahora que
la tierra ha cubierto su cuerpo, viene a mi mente otra frase de Madiba que
recuerda su grandeza, su sabiduría, y sus ansias por la lucha de los
desposeídos: “Si yo tuviera el tiempo en mis manos haría lo mismo otra vez. Lo
mismo que haría cualquier hombre que se atreva a llamarse a sí mismo un
hombre”.
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