La
Casa Iberoamericana de la Décima Juan Cristóbal Nápoles Fajardo, El Cucalambé, es algo
así como un laboratorio en el que se experimenta todo lo que tiene que ver con
nuestras tradiciones orales y escritas relacionadas con la estrofa nacional, y
salta el orgullo por contar en la provincia de Las Tunas con una institución
así, en la que sus especialistas de esmeran cada día en busca de fomentar
aquello que nos identifica como cubanos.
Su
modesta sede es una invitación al buen hacer, un convite al decir en
octosílabos, y los campos de Las Tunas aparecen dibujados en cada verso que
busca su emancipación total, de su llegada al oído receptivo que se deleita
ante las rimas y las imágenes.
Si
escribir una décima es difícil, lo es también improvisarla, aun cuando algunos
ven al repentismo como un arte menor, pero lo cierto es que muchos buenos
decimistas no tienen el don de improvisar y viceversa, por lo que ambas
especialidades tienen sus arcanos, sus murallas a veces infranqueables.
De
ahí que la institución fomente el valor cultural del repentismo, para llevar
los campos de versos que cabalguen las sabanas, los árboles, sembrados, las
casas y los productos que se cosechan para llevarlos a la mesa, en una suerte
de contar con la Casa
que para nada es citadina, porque aun cuando está en la ciudad, siempre tiene
en su mira las zonas rurales, y sobre todo a sus habitantes, porque representan
lo más autóctono de nuestras tradiciones.
Los
niños y adolescentes son protagonistas de este empeño, por aquello de enseñar
desde las primeras edades, y no son pocos los poetas e improvisadores formados
totalmente en la
Casa Iberoamericana, y hasta otras fronteras ya conocen la
calidad de sus obras, que sirven, además, para hermanar a los pueblos de habla
hispana.
Por
eso Ramón Batista, el director de la institución, siempre lleva el orgullo
sobre la piel, porque han logrado lo que quizás no imaginaron cuando se fundó la Casa, y de las cientos de
tonadas que existen en el país, los improvisadores de Las Tunas cantan muchas
de ellas con una maestría que quizás no tenga comparación en el territorio
nacional.
Y
si alguien duda de los resultados, pues hay que ver a La Monedita del Alma, una
compañía de niños y adolescentes que dirige el poeta y creador audiovisual Juan
Manuel Herrera, quien se emociona cuando habla de esos muchachos a los que
considera sus hijos, y que tanto orgullo le dan no solo en la vida profesional
sino personal, y hasta él mismo se queda boquiabierto cuando comprueba que ya
dominan 15 formas de canto.
Los
proyectos de la Casa
de la Décima,
pero sobre todo las ganas de hacer de quienes allí laboran, han logrado
verdaderos cantores infantiles y adolescentes, que hoy interpretan con belleza poética
la música campesina, la guajira, y las diversas maneras de entonar e improvisar
la estrofa nacional.
El
punto cubano ya no es propio de la Jornada Cucalambeana,
porque en todos los municipios de Las Tunas son cada vez más los que llevan
consigo este signo de cubanía, que se esparce hacia las casas de la cultura
para masificar nuestras formas de decir, las raíces propias del campesinado
cubano, junto a la enseñanza del tres y el laúd, para el acompañamiento.
Por
eso cuando se entra a la Casa
de la Décima,
y se saborea la aparente calma que allí se vive, y se observa en el entorno que
traslada a Las Tunas de la colonia, cuando el campesino y sus tonadas
protagonizaban la entonces pequeña comarca, pues también se comparte el orgullo
con los que allí trabajan, porque es tanto el amor y la pasión con que se
entregan que no es por capricho o por mandamiento de alguien que la Casa sea referente nacional,
sino que se lo han ganado con una labor de ensueño, desde aquel 20 de diciembre
de 1993, cuando abrió sus puertas y echó a andar con sus raíces campesinas
siempre de por medio.
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