Indiscutiblemente, la comercialización de las artes plásticas en la provincia de Las Tunas
pasa por un mal momento por el intrusismo y las dificultades que
enfrentan los artistas para vender sus obras, pues los mecanismos
instaurados atentan contra el arte mismo y hay una mezcla de obras
hechas para subsistir y otras que se comercializan sin serlo.
A esta conclusión llegó la comisión de Arte, Mercado e Industria cultural del octavo Congreso de la Unión de Escritores y Artistas de Cuba (Uneac), en Las Tunas que debatió con fuerza las causas y las consecuencias de lo que hoy se erige como uno de los problemas más serios de las artes plásticas en la provincia.
Como
van las cosas, tal parece que los verdaderos artistas de la plástica
están condenados a hacer su obra para coleccionarla en casa, porque para
venderlas tienen que pasar por el mecanismo intermediario del Fondo Cubano de Bienes Culturales,
que eleva los precios en su afán de ganancia hasta el punto de hacerlos
inaccesibles para las personas naturales, mientras que los directivos
de las empresas e instituciones también lo piensan para adquirir una
obra, porque los precios son prohibitivos.
Entonces, esto se aprovecha por un grupo de seudo artistas que se adueñan del mercado con precios bagatelas, como sus obras, que quienes no conocen de arte, y puede que hasta los que conozcan, las compran porque es lo único a lo que se puede acceder, aunque se adquiera una nimiedad o algo sin la menor calidad.
También la comisión discutió, entre otros temas, el daño que hacen los medios de comunicación masiva cuando difunden obras sin calidad hechas por aficionados, algo en lo que la Uneac ha venido insistiendo, pero sin una respuesta que ponga freno al empirismo mediocre.
Por otra parte, los músicos profesionales se ven limitados tanto en su programación como en su promoción, por falta de una proyección de la Empresa provincial de la música y los espectáculos Barbarito Diez, que ha sido incapaz, por años, de lograr una coherencia ante los artistas que representa, con funestas consecuencias para los músicos y el público.
En Las Tunas, como en buena parte de Cuba siguen proliferando la mala música, las malas letras, las obsenidades, las banalidades de no pocas agrupaciones, que se adueñan de los escenarios con su estela de mediocridad, algo que pasa a la vista de todos los que tienen la responsabilidad de combatir esta mala tendencia sin que pase nada.
La Comisión de la Uneac fue contundente en sus análisis, cruda en sus denuncias, pero falta el oído receptivo ante los reclamos, la mano que tome el asunto con fuerza y exija a todos y para con todos por la decencia, por lo correcto, por la defensa de la buena música cubana, que es decir, nuestras raíces, tan pisoteadas de forma impune.
Con la fuerza que se discutió el asunto basta para detenerse a pensar, para proyectarse y actuar, porque los artistas no callarán y seguirán exigiendo respeto, no solo hacia ellos, sino, hacia la identidad nacional. Y un día tendrán que atender sus reclamos.
Entonces, esto se aprovecha por un grupo de seudo artistas que se adueñan del mercado con precios bagatelas, como sus obras, que quienes no conocen de arte, y puede que hasta los que conozcan, las compran porque es lo único a lo que se puede acceder, aunque se adquiera una nimiedad o algo sin la menor calidad.
También la comisión discutió, entre otros temas, el daño que hacen los medios de comunicación masiva cuando difunden obras sin calidad hechas por aficionados, algo en lo que la Uneac ha venido insistiendo, pero sin una respuesta que ponga freno al empirismo mediocre.
Por otra parte, los músicos profesionales se ven limitados tanto en su programación como en su promoción, por falta de una proyección de la Empresa provincial de la música y los espectáculos Barbarito Diez, que ha sido incapaz, por años, de lograr una coherencia ante los artistas que representa, con funestas consecuencias para los músicos y el público.
En Las Tunas, como en buena parte de Cuba siguen proliferando la mala música, las malas letras, las obsenidades, las banalidades de no pocas agrupaciones, que se adueñan de los escenarios con su estela de mediocridad, algo que pasa a la vista de todos los que tienen la responsabilidad de combatir esta mala tendencia sin que pase nada.
La Comisión de la Uneac fue contundente en sus análisis, cruda en sus denuncias, pero falta el oído receptivo ante los reclamos, la mano que tome el asunto con fuerza y exija a todos y para con todos por la decencia, por lo correcto, por la defensa de la buena música cubana, que es decir, nuestras raíces, tan pisoteadas de forma impune.
Con la fuerza que se discutió el asunto basta para detenerse a pensar, para proyectarse y actuar, porque los artistas no callarán y seguirán exigiendo respeto, no solo hacia ellos, sino, hacia la identidad nacional. Y un día tendrán que atender sus reclamos.
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