Hay ciudades que enseñan mucho al mundo en este inicio
del milenio en lo que al cuidado del medio ambiente se
refiere, y no es solo porque hay lugares que no
requieren de electricidad tradicional por sus casas
provistas de paneles solares, sino por la cultura del
respeto a los demás, lo cual se cultiva con conciencia y
con medidas educativas.
Es por ello que leyendo una de las tantas noticias que
nos llegan de algunas partes del mundo, he meditado
con satisfacción en lo beneficioso que resultaría
redoblar la exigencia en Cuba contra el hábito de fumar
en lugares públicos y cerrados.
Porque esa es una de las indisciplinas que afectan a la
sociedad cubana de hoy: en locales con acondicionadores
de aire, en ómnibus urbanos, en una reunión colmada de
personas, en un cine... usted tiene convivir con el humo
del cigarro de quienes no sienten el más mínimo respeto
por su salud e integridad individual, como si fuera la
cosa más natural del mundo.
En Sydney, Australia, encender un cigarrillo en
restaurantes, centros comerciales o lugres bajo techo,
puede costarle tanto como su salud, pues las multas
ascienden hasta 550 dólares canadienses (1,72 al cambio
con su similar norteamericano), algo que veo muy justo,
sobre todo desde el punto de vista educativo, porque
todo cuanto se deja a la espontaneidad no sale bien o
simplemente no sale.
Son muchas las personas que se quejan porque en una
reunión o en cualquier lugar cerrado, ha tenido que
soportar el humo que deleita al de al lado, sin que
nadie se inmute –aun cuando moleste- porque la mayoría
de quienes fuman se cree con ese derecho, que se
reafirma con la tolerancia colectiva, cual prerrogativa
que no aparece en las normas de convivencia social.
Yo no estoy en contra de los fumadores, porque cada
persona hace con su salud y con su vida lo que desee,
pero sí detesto a quienes contaminan el aire que
respiran los que también tienen el derecho de no fumar,
y han sido muchas las veces en que se me han encarado
por llamarle la atención a los desconsiderados.
Erradicar esa tendencia negativa demoraría años si se
espera por el cambio de mentalidad de muchas personas;
por el contrario, sería más rápido el proceso si en este
comienzo del tercer milenio existiera una exigencia
colectiva y el rechazo ante el hábito de fumar en
locales cerrados o en lugares concurridos de personas,
hasta que llegue el día en que leyes como las de Sydney
obliguen a adquirir conciencia ante el respeto a los
demás.
sábado, 31 de mayo de 2014
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