Acabo
de regresar de La Habana de todos los cubanos, la emblemática capital de la
Mayor de las Antillas, con su carga de alegría y entusiasmo, de los contrastes
que la hacen bella a los ojos de visitantes y moradores, donde por estos días
el frío quiere desplazar al intenso calor de un diciembre sofocante.
Otra
breve estancia en la bella ciudad cubana es motivo de alegría por encontrar a
la capital con sus desafueros por esa vida rápida que imponen las grandes
urbes, la gente riendo feliz y buscando una buena película después del Festival
de Cine Latinoamericano; otros en Coppelia, algunos por sus barrios, otros en
sus centros laborales o de estudio; pero todos, o para decirlo mejor, la
inmensa mayoría, en busca de este país apacible, hermoso, lindo, que cada
mañana incita a encontrar el mundo mejor por el que luchamos cada día.
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