Dicen que
el tinajón es para Camagüey como el aire que respiran los habitantes de la
bella ciudad que en sus inicios se llamó Puerto Príncipe.
Desde
tiempos remotos esta reliquia sirvió como influencia para la antigua tierra de Camaguebax,
y aunque los colonizadores españoles y los nativos de entonces lo utilizaban
para conservar fresca el agua para beber, aquellos grandes recipientes
construidos con barrio de la Sierra de Cubita adornaban cada rincón de la
tierra camagüeyana.
Los
jardines camagüeyanos además de bellas flores siempre contaban con los grandes
tinajones, y las casas de amplios portales se empeñaban orgullosas en mantener
los recipientes, muchos de ellos enterrados hasta la mitad, y llenos del agua
cristalina que utilizaban los moradores, aunque con el tiempo muchos más solo
se utilizaban como símbolos de la tierra que los vio nacer.
Cuentan que
fueron los que llegaron de la lejana Andalucía quienes tomaron como patrón al tinajón
o aljibe que utilizaban para guardar la producción de aceite de olivo, y en la
transportación de granos para diseminarlos por la villa de Puerto Príncipe.
Su utilidad
y belleza lo han hecho trascender en el tiempo, y hoy también es símbolo de
amor de las parejas que pasaban horas al lado de esos recipientes, y son
numerosas las fotos de todas las épocas que muestran a camagüeyanos y cubanos
en general al lado de esos símbolos silenciosos.
Los más
viejos del Camagüey siempre hablan del adagio sentencioso de que quien tome
agua de uno de esos tinajones nunca más puede desprenderse de una camagüeyana y tiene que echar ancla en esa tierra.
Hoy los
tinajones del Camagüey revelan parte de la riqueza cultural que enmarca la
arquitectura, entorno y vida intelectual en esa bella cuidad.
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