Cuenta la leyenda que Yumurí era un joven cacique que gobernaba en el poblado de Yucayo, en el territorio de la actual provincia de Matanzas, al occidente de Cuba, y se hallaba comprometido con Albahoa, una bella joven que vivía en otra aldea al centro de un valle aún sin nombre.
El cacique Guananey era el padre de la muchacha y días antes del ritual del matrimonio andaba de pesca con Yumurí y por una disputa se disgustaron.
Dicen que a partir de ahí quedó roto el compromiso entre los jóvenes y Guananey, quizás por venganza decidió que su hija se casara con Canasí, otro gobernante aborigen.
Yumurí quedó destrozado por la nostalgia que sentía por su amada, y cada tarde subía a las alturas nombradas que hoy se conocen con el nombre de Monserrate, desde donde observaba la aldea donde estaba Albahoa, y se juró llevársela a cualquier precio.
De forma oculta le avisó que el propio día del matrimonio lanzaría tres graznidos de lechuza, como señal para que ella corriera a su encuentro.
El dúa de la huida, los guerreros de Guananey descubrieron todo y comenzaron a perseguirlos. Acosados, los dos jóvenes se lanzaron a cruzar el río Babonao por un lugar desconocido, pero la corriente era tan fuerte que se fueron sumergiendo poco a poco hasta desaparecer de la vista de sus perseguidores.
A partir de entonces, el río comenzó a llamarse Yumurí, al igual que el valle, testigos de la tragedia que con el paso de los años ha ido de generación a generación como muestra del amor que no pudo ser por los caprichos del viejo cacique, quien murió de tristeza por la desaparición de su hija.
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