La noticia
ha llegado como una bofetada acabado de levantar. Quedé un poco incrédulo
cuando la vi en Facebook, y en ese instante mi memoria recorrió sus recovecos
para llegar hasta el punto exacto de La Veguita, aquella escuela secundaria
básica en el campo emblemática en la zona de Vázquez, cuando yo, con apenas 20
años, conocí al Juglar de Puerto Padre, un señor ya entrado en años con una
guitarra a cuestas y la docencia entre sus manos.
Enseguida
nació entre nosotros una amistad que sobrepasó los límites de esa palabra,
porque como podía ser mi padre, Alcibiades Puig me tomó como a un hijo, al que
aconsejaba todos los días ante mis ansias por conquistar a una estudiante, o
ante cada idea muchas veces descabellada de los 20 años.
Y no solo
me ponía la luz roja ante las alumnas. Recuerdo que cuando comencé mi relación
amorosa con Ana Maura, una bella profesora mayor que yo dos o tres años, todos
los días me sentaba y me daba consejos para que fuera más maduro, porque la
hermosa profe era madura y yo tenía que ponerme a su altura si no quería
perderla.
También
Alcibiades perdía el sueño cuando conquisté a Lisy, una bella estudiante que
rompió todas mis pasiones, y él siempre andaba atajándome para cuidarme porque
yo era un profesor al que no se le permitían relaciones con las alumnas, y «por
nada de la vida podía tener problemas», me decía con la más seria de sus caras
para después echarme el brazo, sentarnos en un rincón y comenzar a cantar
nuestra canciones, o mejor, sus canciones, porque yo solo lo seguía.
Fue el amor
por la música y la guitarra lo que más nos unió en aquel curso escolar en La
Veguita.
Después,
cada uno tomó su camino y hablábamos alguna que otra vez por teléfono, hasta
que se fue a vivir un largo tiempo a La Habana, pero un día volvió a su Puerto
Padre natal, y llegué a su casa con su sobrino Julián Puig, y su vida y mi vida
se volvieron una fiesta cuando nos vimos.
Después,
grabamos juntos un documental sobre Boquerón, como espacio comunitario
cultural, del cual Alcibiades y su música eran el hilo conductor, y así nos
veíamos una que otra vez.
Por eso, a
pesar de sus casi 90 años, me sorprendió su muerte esta mañana del 15 de mayo,
justamente el Día Internacional de la Familia, a la que Alcibiades dedicó todo
su amor y empeño.
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