Nunca había visto fotos del entierro de mi hermano Admed
Velázquez aquel fatídico 29 de diciembre de 2004. No tenía conciencia de la
manifestación de duelo que produjo su muerte en el gremio periodístico y la
cantidad de colegas y personas todas que lo acompañaron en la despedida.
Hoy, cuando veo esas fotos me niego a creer que estaba
encerrado en ese cajón vulgar y despiadado, y he llorado como lo hice aquel 29
de diciembre cuando supe la noticia y hablé por teléfono con Sandra Teresita,
su eterna compañera.
Pero aun así, cuando he visto el sepelio, me sigo negando a
creer que mi amigo esté muerto, y a cada rato me sorprendo con él en el África
subsahariana, recorriendo de punta a cabo a Ghana, en París o en Londres, en La
Habana.
Ahmed es de los que no mueren jamás, porque mientras las
personas no se olvidan no mueren. Y Ahmed está vivo en el pensamiento, en el
corazón y en el alma de mucha gente, porque es de esos que una vez que se
conocen no se pueden dejar de querer, hasta el fin de los tiempos.
Prefiero y lo sigo viendo así: con Hazeem. |
Prefiero y lo sigo viendo así: con su amada familia. |
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