El
día que la mamá de Damayanti Mena corrió con ella para hacer la matrícula en la
escuela vocacional de arte El Cucalambé, de la provincia de Las Tunas, quizás
no tenía conciencia de que su hija llegaría lejos en la escultura, porque aun
sabiendo que tenía algún talento, en su mente había cierta duda de que se
convertiría en una de las artistas de la plástica más importante del
territorio.
Y
así, a medida que avanzaba el curso escolar y la pequeña dejaba boquiabiertos a
todos con las formas salidas de sus manos, su madre sintió el orgullo en la
epidermis, y dirigió todos sus esfuerzos en la formación de su hija, con la
mirada puesta en la Academia profesional de Artes Plásticas, a la cual ingresó
y de la que salió graduada tras una estela de buenos recuerdos, pero sobre
todo, de una hoja de servicio envidiable como alumna.
Después,
ya de profesional, la casa de cultura Tomasa Varona conoció de su empeño por
enseñar a los demás, y ella, orgullosa y altanera, poco caso le hacía a quienes
desdeñaban su labor como instructora de arte, porque ese tipo de instituciones
no son bien miradas por algunos profesionales del arte, que ven en ellas
centros de poca valía, y sin embargo ella se siente feliz de su trabajo allí,
como para demostrar que se puede tener una obra de probada calidad y enseñar a
los aficionados todo cuánto se sabe de la academia.
Impresionan
las esculturas de Damayanti, siempre hechas bajo conceptos renovadores, y con
la mirada puesta en los más difíciles temas en los que casi siempre está el
protagonismo de la mujer, porque sin llegar a ser una feminista, defiende su
género con el cincel y el martillo, moldeando las formas que se erigen en
defensa de las féminas.
Como
graduada de escultura esta artista mantuvo mucho respeto por la pintura, y la
distancia se interponía, pero un día, sin amilanarse por el consejo de un
reconocido pintor que ponderó su obra como escultora y la conminó a alejarse de
las formas y los colores, comenzó a dar sus trazos, y con la exposición
Fabulaciones lúdicas dejó a todos asombrados por la maestría alcanzada, siempre
con la mujer por delante en su lucha por abrir los caminos de la vida.
Hoy,
con un poco de experiencia y mucha más sabiduría, la pintura es como un hobby, y
la escultura tiene que reconocer sus prodigiosas manos, capaces de crear formas
espectaculares en busca del concepto preciso, de la idea exacta que lleve al
espectador hacia sus propuestas siempre renovadoras.
De
ahí que Damayanti camine a la sombra de su obra, convertida en una artista
plástica en el más amplio sentido de la palabra, siempre en la búsqueda de una
idea que la haga feliz para hacer felices a los demás, y con la figura femenina
como protagonista de sus formas tridimensionales o sus cuadros, que muestran al
espectador la verdadera historia de sus manos.
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