El Kinde. (Tiempo21 Foto /Angeluis). |
Aunque le dicen el lento, Luis
Manuel Quesada Kindelán es un hombre ágil de mente en su gestión como
profesional del Periodismo.
El Kinde, como le llaman sus amigos,
hace gala de una profesionalidad envidiable, y aun cuando puede creerse que
está viejo, con la pluma demuestra todo lo contrario, y su palabra es casi ley
en eso de los avatares de la radio.
Lo de la lentitud es otra cosa. Eso
le viene desde joven, y está dado por su pausada forma de hablar, quizás porque
le gusta ver la vida despacio, y disfrutarla con la apacible calma con que un
conocedor, un experto en artes culinarias, devora un suculento plato para
saborearlo mejor.
Es el Kinde un frondoso árbol en el
que pueden cobijarse los jóvenes y hasta los viejos en el Periodismo. Cuando
habla de un tema profesional hay que oírlo; cuando ofrece una idea sobre una
cuestión determinada de la radio siempre está en la verdad o muy cerca de ella,
porque su caudal de experiencias es grande, porque echó los dientes en esta
profesión, porque él hacía un noticiero casi solo en los primeros años de Radio Victoria allá por los años 60 del pasado siglo; porque ahora, desde su posición
de jubilado, sigue siendo por derecho propio en el decano del periodismo radial
en la oriental provincia de Las Tunas, 690 kilómetros al este de La Habana.
Durante muchos años de su vida
profesional le dio tratamiento a los temas de la zafra azucarera, y sus análisis hacían
reflexionar hasta a los especialistas del sector, porque sus argumentos eran
atinados, profundos, agudos, y cuando decía que un central incumpliría su plan
de producción o tenía problemas de calidad en el crudo, estaba en lo cierto, y
no solo por su experiencia, sino por sus conocimientos.
Muchos son los premios recibidos por
el Kinde en el recorrido de su brillante carrera. Y su mayor lauro es el
reconocimiento de los oyentes desde que Radio Victoria era Radio Circuito,
desde aquella convulsa década de los primeros años de la Revolución cubana, en
que defendía con su pluma y con su voz este pedazo de patria en el difícil arte
de comunicar.
Y de ahí que colegas y oyentes,
compañeros de trinchera, lo premiamos cada día con admiración y respeto, porque
a los grandes hay que mirarlos con la cabeza descubierta y con el cuerpo
inclinado hacia sus pies.
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