viernes, 31 de agosto de 2012



De México me escribe alguien cuya dirección de correo tiene el nombre de Ignacio Alvarado, y se preocupa por lo que pasa en mi país, pues según él, nosotros los cubanos somos sus hermanos.

Sin el ánimo de ofender, de acuerdo con sus propias palabras, el remitente plantea categóricamente que en Cuba han existido dos mandatarios que pueden convertirse en un dictadores, que intimidan a mi pueblo, lo reprimen y lo hipnotizan, bajo un régimen antidemocrático, y que a nosotros no nos queda más remedio que aguantar y aguantar.

El remitente dice sentir tristeza e impotencia al conocer el estado de vida de la mayoría de los cubanos, y no niega que en México existen zonas similares, y le desespera que Cuba alardee tanto como si fuera lo mejor del mundo, porque así lo perciben la mayoría de quienes comentan en México y en realidad no ven el fondo de las cosas.

Por último, quien escribe quisiera conocer la opinión de un cubano de verdad, del que vive en el campo, del que añora más allá de sus costas y que sea él quien diga cómo estamos en realidad.

Lo primero que veo en su carta es mucha desinformación, y una enfermedad que padece mucha gente más allá de nuestras costas: la manía de repetir y repetir lo que otros dicen, sin tener conocimiento de causa, ni conocer la realidad de mi país.

Yo no vivo en el campo, pero conozco Cuba desde Punta de Maisí, el extremo más oriental, hasta el Cabo de San Antonio, el más occidental, y sé cómo vive la gente del campo y de la ciudad y cómo piensa la inmensa mayoría de mi pueblo.

Es un error pensar o asegurar que Fidel Castro y Raúl Castro son dictadores, que hipnotizan e intimidan. Se ve que no los conocen en absoluto, porque Fidel y Raúl son los hombres más sencillos y humildes del mundo, quienes no imponen nada y todo lo que hacen está dirigido al bienestar de su pueblo, mi pueblo.

Mi país es ejemplo de tranquilidad, de paz, al extremo que no existe otro país más seguro que este, donde cualquier ciudadano, cubano o extranjero, puede andar por cualquier parte, a cualquier hora, con la certeza de que nadie lo va a molestar, porque aquí la violencia es excepción, y las calles y barrios son apacibles.

Yo estoy convencido de que quien escribe nunca ha visitado Cuba, porque si así fuese no hablaría así, y a mi país lo admiran por muchas cosas, y una de ellas es la tranquilidad y la paz que se respira en cada lugar.

Hace poco tiempo tuve la posibilidad de estudiar en La Habana con un grupo de periodistas de Centro y Suramérica, y ellos me comentaban que cómo era posible que aquí no estuvieran los estadounidenses mandando en todo, dándole patadas por el trasero a los nacionales, como ocurre en sus países, y de todas las cosas que admiraban esa era la mayor: el cubano es dueño de su destino y es quien manda en su país.

Con relación a la pobreza mi interlocutor no sabe lo que dice, porque Cuba, aun siendo un país en vías de desarrollo y bloqueado económica y financieramente desde hace más de 50 años, ha alcanzado niveles de vida iguales y en algunos casos superiores a países del Primer Mundo y ya se sitúa entre las primeras naciones en desarrollo humano.

Acá la educación y la salud son completamente gratuitas, la mortalidad infantil está entre las más bajas del mundo, la esperanza de vida supera los 76 años, la seguridad y asistencia social crecen cada año, hay miles de jóvenes que estudian y trabajan horadamente  y somos el país más internacionalista de la Tierra, con más de 20 mil médicos prestando servicios de salud gratuitamente a decenas de países de América Latina, Asia y África, sin contar otros profesionales... por solo citar algunos ejemplos.

Y a nosotros sí que nos entristece lo que pasa en países como México, donde miles de niños mueren cada año por enfermedades curables, y otros miles tienen que trabajar para subsistir, entre otras calamidades que enfrenta la inmensa mayoría de ese pueblo hermano.

Según un informe del Banco Mundial la pobreza en México se mantiene en niveles inaceptablemente altos y afecta a la mitad de los mexicanos debido en gran medida a la gran desigualdad en los ingresos. La décima parte más rica de la población gana mas del 40 por ciento de los ingresos totales, mientras la décima parte más pobre solo obtiene el 1.1 por ciento.

Además en México contribuyen a la pobreza la profunda desigualdad regional y étnica y las diferencias en cuanto al acceso a la salud, a la educación y a los servicios públicos de buena calidad.

Según el mismo Banco Mundial alrededor del 53 por ciento de los 104 millones de habitantes están en esta situación, definida como un nivel de consumo por debajo de las necesidades mínimas de alimentos básicos y algunos otros bienes no alimentarios básicos.

Cerca del 24 por ciento de la población mexicana es considerada extremadamente pobre, es decir, con un ingreso insuficiente incluso para una nutrición adecuada.

En el medio rural, uno de cada seis niños padece desnutrición activa en alguno de sus grados, lo que afecta su crecimiento y maduración, el nivel de desempleo abierto en las principales ciudades del país ha mostrado un crecimiento de 37 por ciento en los últimos años; hay 1.3 millones de indígenas entre seis y 14 años de edad y de ellos, 16.43 por ciento no asiste a la escuela, aunque hay estados más rezagados, como Chihuahua y Sinaloa, donde 40 y 61 por ciento de los niños indios no estudian la primaria.

La pobreza en México se extendió debido a que la transición económica ha resultado mas difícil de lo que se había previsto hace una década, cuando la reducción de la deuda externa conforme al plan Brady (1990) y la entrada en vigor del Tratado de Libre Comercio (1994) que hacían parecer promisorio el desarrollo económico.

Eso no pasa en Cuba. Aquí hay limitaciones, es cierto, pero se debe en lo fundamental al férreo bloqueo económico de Estados Unidos, y sin embargo mi país avanza a pasos insospechados por la entereza de la inmensa mayoría de los cubanos que apoyan a su Revolución.

Es cierto que hay personas que se van del país en busca de mejoras económicas, pero la migración no es un fenómeno propio de Cuba, sino del mundo, y habría que preguntarse por qué mueren tantos mexicanos cada año en la frontera con Estados Unidos.

En fin, para la inmensa mayoría de los cubanos de acá Cuba es lo mejor del mundo, aun en medio de nuestras propias limitaciones, y yo lo puedo decir con conocimiento de causa, porque he visitado París y Londres, dos capitales emblemáticas del planeta, pero también estuve en África, y tengo puntos de comparación que hacen de mi Cuba un país inigualable, porque somos capaces además, de compartir con los hermanos latinoamericanos lo que nadie nos ha regalado, sino que hemos producido con nuestros propios esfuerzos.

El poder de la desinformación es grande cuando de Cuba se trata. Mas, lo lastimoso, es hablar sin conocer la verdadera realidad.

La polémica está abierta.

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