África en la memoria: Mariama, la niña sin risa

Tanina es una comunidad enclavada en medio de la selva del norte de la República de Ghana, en el África subsahariana, que pertenece al subdistrito de Ponyentanga, donde los médicos cubanos de Wa, capital de la Región Oeste Superior, van a hacer labor de terreno, en una mañana de sol y con una temperatura que sobrepasa los 35 grados Celsius. Son decenas los nativos reconocidos en sus propias chozas, en precarias condiciones.

Aquí viven muchos niños que andan de un lado a otro detrás de los visitantes, sobre todo de Lino Abel, el anestesista, quien cada vez que llega a las comunidades enseguida hace una fiesta con los pequeños.

Durante la mañana han sido visitados casi todos los pacientes del poblado. Chozas de barro y extrema pobreza se extienden por dondequiera. El doctor Martínez, pediatra y jefe del grupo, quizás por un instinto, se interna en una de las partes más intrincadas de la comunidad, donde un ciego de unos 100 años, se arrastra por el patio de su choza en lo que constituye un modo de limpiar la tierra, según dice. Y entonces la descubre: es una jovencita de 18 años, sordomuda, que se mantiene sentada todo el tiempo con una manta encima de ella; a su lado, la madre, una mujer de unos 40 años que aparenta el doble de su edad.

A Martínez le llama la atención esta niña triste, sin risa, que tiene que mantenerse sentada, y cuando la madre le separa la manta del cuerpo el pediatra palidece y no puede disimular el choque que le produce la escena; llama a los demás médicos y todos observan, estupefactos, los enormes senos de Mariama, que deben pesar más de 20 libras cada uno.

Después de ser reconocida por los especialistas algo queda claro: si Mariama no es intervenida quirúrgicamente morirá sin remedio, y el grupo acuerda hacer todas las gestiones para operarla, algo difícil, pues aunque el acto quirúrgico no debe costar tanto, la madre de Mariama no tiene un centavo. Solo la seguridad social del país puede ayudar a la niña, y las gestiones tienen que hacerse por ese camino.

Mariama es huérfana de padre desde hace 15 años, y el viejo Alhaj Mumuni, jefe de la comunidad de Tanina, la recogió junto a la madre, como dos integrantes más de su tribu, pero nada puede hacer el centenario líder por la salud de la que él llama su niña, con quien sueña cada día por su terrible sufrimiento.

Alhaj ha acudido a la presencia de los médicos porque su nieta Yumino fue a buscarlo asustada al ver a aquellos hombres y mujeres con batas blancas.

Él piensa que son curanderos y les ruega por la salud de su niña. El grupo de galenos promete que hará todo lo posible por salvarla. A partir de ahí comienza las gestiones para la intervención quirúrgica.