martes, 30 de abril de 2013



Coralia Mantilla, a sus 87 años mantiene una voz y un ánimo envidiables.
Coralia Mantilla es algo así como una musa de la enseñanza de la música en la provincia de Las Tunas.

Nació en la calle Francisco Vega el 15 de abril de 1926, en esta ciudad de Las Tunas, y a los cinco años quedó huérfana de madre, un hecho que estremeció su pequeña estatura, pero que al mismo tiempo hizo que comenzara a forjar su carácter, con las enormes dificultades que esto entraña para una niña de tan corta edad.

Tenía solo nueve años cuando se presentó al público por primera vez, en el antiguo Teatro Martí, otrora centro que irradiaba cultura en Las Tunas de la segunda mitad del siglo pasado.


Acompañada al piano por el destacado músico tunero Pepe Delgado, asombró a quienes la escucharon, y comenzó una carrera en ascenso como vocalista, a la sombra de personalidades del canto como Gudelina Reyes Simpson, Neyda Barrero, Nelsa Elia, Elio Campo, Bertica Maestre y Alfonso Silvestre, con quienes actuaba en veladas sociales para descargar todo lo que llevaba dentro.

Coralia y yo, durante la conversación. (Tiempo21 Fotos /Angeluis)Un día la inscriben en un concurso de la Corte Suprema del Arte de la emisora CMQ en La Habana, y deja atónitos de emoción a los espectadores con el afrocubano Chivo que rompe tambó, y tuvo el honor, según confesaba años después, de escuchar anunciar su primer lugar por el emblemático Germán Pinelli.

Después comienza a estudiar música con la profesora Betty Bausell, quien le daba clases sin cobrarle nada, y practicaba sus lecciones en el piano de su suegra Rosa Zayas, y así adquiría sólidos conocimientos de teoría, solfeo y piano.

Ya cuando alcanzó una maestría envidiable, inició su carrera pedagógica que se extiende hasta hoy, y ha formado a varias generaciones de pianistas desde su casa escuela en la calle Nicolás Heredia, mientras que en sus presentaciones cultiva la cautivante música coral y afrocubana.

De su empeño han salido destacados músicos, y su propio hijo, Alfonso González Mantilla, Guarapito, supo de su empeño y fue formado completamente por ella, a fuerza de rigor y disciplina, hasta que lo soltó como un gran pianista que tocó con la Orquesta Gigante Miramar, Los Surik y el grupo de Pío Leyva.

La Dama de la canción afrocubana, como se le llama en esta tierra, mantiene con sus 87 años una vida activa e inquieta y es algo así como una leyenda viviente, que se enorgullece de haber sido profesora del maestro de maestros Cristino Márquez, y de tantos otros músicos que hoy la reverencian con respeto y admiración, porque Coralia Mantilla es algo así como una musa de la enseñanza de la música en la provincia de Las Tunas.





lunes, 29 de abril de 2013



Nunca he tenido presente el día que en Las Tunas, ciudad del oriente de Cuba, donde vivo, cayó un diluvio de hielo del cielo, que copó las calles de la entonces pequeña ciudad y llenó de terror a sus habitantes. Solo ahora, que he visto en facebook una nota de mi amigo Juan Morales Agüero, me detengo a pensar en la fecha: 29 de marzo de 1963, nada menos que 50 años de la llamada Granizada de Las Tunas.

No obstante al tiempo pasado, y a mis escasos cinco años en aquella jornada de estupor, recuerdo nítidamente cada momento de tan aciaga fecha, en que la ciudad se enfrió por tanto hielo en sus alrededores.

Esa tarde mi papá me llevaba de la mano hacia algún lugar que no preciso y caminábamos de prisa porque quería llegar antes de que comenzara a llover, pero cuando íbamos a unas cuatro cuadras de la casa, el cielo estaba tan negro que metía miedo y ya las lloviznas comenzaban, por lo que decidió regresar.

Recuerdo que me cargó para caminar más aceleradamente, y corría hacia la casa por la tormenta que se avecinaba. Yo, que te tenía –le tengo- un miedo inexplicable al viento, sentía una sensación extraña ante la actitud de mi padre, y ya cuando llegábamos a la puerta de la casa comenzó la lluvia.

Mi casa de la calle Julián Santana, donde vivíamos mis padres, mi único hermano en aquel entonces y mi abuela, tenía una puerta de dos piezas, alta, con un postigo a la altura de mis ojos, y por las rendijas de esa pequeña ventana comencé a mirar y vi como el viento doblaba los árboles que estaban en el solar de enfrente, por lo que despavorido, corrí hacia el cuarto, me acosté y me tapé cabeza y todo, pero sentía cómo en las tejas del techo sonaban como piedras, que después supe eran aquellos granizos que inundaron la ciudad.

Yo sí no preciso cuánto tiempo duró la tormenta. Solo recuerdo que cuando escampó salimos al patio y una enorme mata de anoncillos estaba caída de raíz sobre el brocal del pozo.

Entonces salí a la calle, y enfrente, un señor nombrado Raquel, despejaba con una pala la puerta de su casa colmada de hielo y la calle toda era blanca, y los muchachos jugaban tirando pedazos de hielo de un lado para el otro.

Por supuesto que por mi edad no supe de noticias por la prensa, la radio y la televisión, solo sé que fue algo terrible, con mucho viento, árboles y casas derrumbadas y que las calles estaban llenas de curiosos que caminaban sobre el hielo.

Después fui creciendo y escuchando las leyendas que se tejían sobre la Granizada de Las Tunas, que pasó de una generación a otra, y cada vez que veo la negrura en el cielo que la gente llama La Bayamesa, la piel se vuelve a erizar ante la amenaza de una nueva y misteriosa tormenta de viento y hielo. Gracias que nunca más ha pasado. 



domingo, 28 de abril de 2013



Las llamadas damas de blanco, en uno de sus show en busca de unos míseros billetes.
Con ese sugerente título he encontrado en la Red un vídeo publicado en Youtube que denuncia la corrupciòn y muestra claramente quiénes son estas mujeres autodenominadas disidentes, que integran el risible grupo denominado damas de blanco, que no es más que un puñado de “señoras” que son capaces de venderle el alma al Diablo por unos míseros billetes.

Sus testimonios no dejan lugar a dudas: la tristemente célebre historia de las damas de blanco está relacionada con la búsqueda de un pago por lo que hacen y dicen, mientras la ideología no aparece por ningún lado, y es verdaderamente penoso ver cómo protestan porque ahora les pagan un poco menos que antes, que alguien –al parecer Berta Soler- se está cogiendo la mayor tajada del pastel, y lo peor de todo: los pagos no pasan de 15 o 20 dólares. ¿¡Será posible?!

Este es un vídeo desmoralizador porque por ellas mismas todo el que lo ve –y ya pasan de cuatro mil 100- se da cuenta del circo que han montado estas damas que de ese calificativo no tienen nada, aunque tampoco se les puede dar el calificativo de mercenarias, porque ni siquiera reciben un salario, sino unos pocos billetes, como la propia muestra del desprecio de quienes les pagan para que armen su show.

Por eso y por la propia esencia de su actitud y comportamiento es inaudito que alguien alguna vez las haya comparado con las Madres de la Plaza de Mayo, de Argentina, a lo que Hebe de Bonafini, presidenta de esa asociación que integra el movimiento de los derechos humanos en la sudamericana nación fue contundente ante el bochornoso paralelismo entre ambos colectivos: "las llamadas Damas de Blanco defienden el terrorismo de Estados Unidos y las Madres de la Plaza de Mayo simbolizamos el amor a nuestros hijos asesinados por tiranos impuestos por Estados Unidos".

Ahora, los dejo con el vídeo, para que, como dice el periodista cubano Reynaldo Taladríd, saquen ustedes sus propias conclusiones.




viernes, 26 de abril de 2013


Pedro Martínez Pírez, esa leyenda viviente del periodismo cubano, subdirector editorial de Radio Habana Cuba, me reenvía un mensaje que le llegó desde Nebraska, en Estados Unidos, reportando la sintonía de su programa Entre cubanos, en el cual me entrevistó hace unos días cuando visité la emblemática emisora, de la cual me honro de ser el corresponsal en Las Tunas, mi provincia, unos 690 kilómetros al este de la capital cubana.

Y yo, acostumbrado a estar detrás del micrófono y de la cámara, he sentido un sano orgullo por este breve y sencillo reporte de dos cubanos amigos de la emisora, en el cual me veo involucrado nada menos que como entrevistado, por lo que quiero compartirlo con mis usuarios.

La canción a la que se refiere es Rabo de Nube, de Silvio Rodríguez.



From: Evidio Reyes  (Nebraska, Estados Unidos)
To:
Pedro Martinez
Sent:
Friday, April 26, 2013 10:56 AM
Subject:
Reporte desde Nebraska
Mi muy estimado amigo y compatriota, se dice que las costumbres se hacen leyes y eso es lo que nos sucede a nosotros con el espacio radial de RHC ENTRE CUBANOS que desde horas tempranas nos levantamos para tratar de sintonizar la onda corta en los 11760 para escuchar noticias de todas partes y lo sucedido en el deporte cubano. Bueno, le diré que el espacio Entre Cubanos el que fue trasmitido hoy, se efectuó con el periodista Miguel Díaz Nápoles que es el corresponsal de Radio Habana Cuba en las Tunas. Miguel está ejerciendo el periodismo desde hace 32 años y además se ha realizado en otras funciones. La entrevista estuvo muy bien lograda y se pudo escuchar bastante bien, la canción fue una de las lindas de Silvio Rodríguez nuestro cantor cubano. Saludos a todos y les deseamos un feliz fin de semana, Saludos especiales a su esposa Esperanza.
Fraternalmente
Evidio y Julita



(Cary y Niki) Cary y Peribañez, en su casa de esta ciudad de Las Tunas recuerdan pasajes de su estancia en Ghana.Cary y Peribañez, en su casa de esta ciudad de Las Tunas recuerdan pasajes de su estancia en Ghana.
República de Ghana, país del África subsahariana, rico en historia y tradiciones. Tierra roja que conoce de la mano del cubano que ha ayudado a salvar a su pueblo.

Ghana, la patria de Kwame Khrumah que un día de 1957 fue liberada del colonialismo inglés para darle paso a un mundo mejor.

Y he aquí, una pequeña historia de dos médicos cubanos que un día de 2009 se fueron hasta allá para salvar vidas, y que ayudaron a escribir la gran historia de Cuba en el hermano país africano. Ella, Caridad Corría, pediatra, intensivista; él, Hilario Peribañez, ortopédico.

“Ghana lo tengo en mi corazón –asegura Caridad-. Me gustó muchísimo ese tiempo que vivimos allí porque fueron dos años de vida, empezando por las cosas de la población. Qué decirte de los niños, tan lindos, siempre nos decían Bruní, que significa hombre blanco, y siempre cuando pasamos por al lado de ellos: Bruní, bruní, bruní.

(Niki) Peribañez, junto a un paciente en Ghana.Peribañez, junto a un paciente en Ghana.“Otra cosa es el calor de los ghaneses, muy cariñosos, cuando íbamos de compra, o a pasear, en los mercados son muy cariñosos, muy atentos. Y en el hospital siempre hay algo que valoro mucho, y es la profesionalidad de las enfermeras. Las enfermeras son muy buenas, para las condiciones que teníamos allí, que cuando las comparamos con otros países como Cuba, por ejemplo, faltan muchas cosas, pero con eso que teníamos ví que a veces no hace falta que sea tan sofisticado para salvar las vidas”.

Hilario Peribañez (Niki), atento a lo narrado por su esposa, se mueve inquieto en el balance. No le gustan las entrevistas porque dice que tiene la voz muy fea, y que Cary, su esposa sí sabe expresarse bien. Él prefiere curar los huesos de las personas, pero se dispone a hablar, porque también tiene a Ghana en la memoria, y lo hace bien, de manera pausada, como si las palabras se pidieran permiso unas a las otras.

“Hubo el caso de un hombre que lo remitieron de Wa (ciudad capital de la Región Oeste Superior) hasta Sunyani, donde estábamos. Tenía dos días de evolución y llegó con toda la pierna con pérdida de todas las partes blandas y la tibia estaba expuesta. Me llamaron al cuerpo de guardia para amputarlo, yo estaba en el salón de operaciones y como era el único ortopédico y no podía salir, decidí que lo llevaran hasta allá. Como todavía tenía una parte de la vascularización íntegra, lo curamos y le hicimos un tratamiento emergente.

(Cary) Cary, junto a un pequeño paciente y su mamá en el país africano.Cary, junto a un pequeño paciente y su mamá en el país africano.“A los 10 días le hicimos unas incisiones de descargas para cubrir el hueso porque sin cobertura hay necrosis. Después que le cubrimos la pierna granuló, le hicimos injertos de piel y milagrosamente se le pudo salvar la pierna.

“Ese caso tuvimos la oportunidad de presentarlo en un Congreso de amistad Cuba-Ghana que se hacía todos los años con presupuesto del Ministerio de Salud del país, y en el que participaban los médicos cubanos y los ghaneses. Después de presentar el caso con toda su evolución a través de fotos y vídeos, mandé a que el paciente subiera al podio, porque él estaba invitado sin que nadie supiera que era él. Fue muy emocionante cuando apenas sin cojear llegó frente a todos como una prueba de lo que éramos capaces de hacer los cubanos junto con los ghaneses en las más difíciles condiciones”.

Cary sirve café y batido de guayaba y recuerda otra de las aristas inolvidables de su estancia en Ghana:

“Nunca olvido las comidas de allá, comen con mucho picante, y como nos acostumbramos a eso lo extrañamos, por lo que a veces cocinamos aquí con bastante picante recordándolos a ellos. Era costumbre en ellos el fufú, el bancú, el quenque, el pescado, como platos típicos, que siempre acompañaban con un vino que lo hacían con yerbas, y hacían también el frijol carita como si fuera un congrí, pero muy mojado.

“Otra cosa que nos impresionaba era su respeto para tratar a los demás, es un pueblo muy noble, educado, son conversadores y muy buena gente. Y de todas sus tradiciones los funerales eran de lo más representativos, pues eran grandes fiestas, tenían que despedir a quienes se iban con alegría y respeto. Duraban tres días y era todo un acontecimiento que se anunciaba durante toda la semana, como un gran compromiso social”.

“En los dos años que estuvimos trabajando en Ghana –dice Peribañez- por la misma características de nuestro trabajo teníamos que visitar muchos hospitales, muchas regiones, y nos daba mucho orgullo que en todos los lugares siempre había ghaneses que estudiaron en Cuba. Incluso, en una ocasión llegamos al hospital de Koforigua y nos encontramos a una enfermera que había estudiado aquí en nuestra ciudad de Las Tunas, en el politécnico Mario Muñoz Monroy, y nos hablaba con mucho orgullo de la ciudad, de sus lugares, y aseguraba que ella era tunera.

“Por supuesto que para nosotros era una gran emoción que a tantos kilómetros de Cuba nos encontráramos a personas que querían a Fidel Castro, a la Revolución”.

Ghana, la tierra de los Fanti y los Ashanti, de la Costa de Oro, de los reyes naturales, de Accra y Kumasi, sus dos más importantes ciudades; la tierra roja debajo del Sahara, donde un día, muchos días, estos dos médicos, como parte de los cientos de cubanos que han pasado por allá, dejaron su huella en aquel noble pueblo, que también los marcó a ellos para siempre.



Desde mi orilla

Este es mi espacio personal para el diálogo con personas de buena voluntad de todo el mundo. No soy dueño de la verdad, sino defensor de ella. Vivo en un país libre y siento orgullo de ser cubano.

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