jueves, 14 de noviembre de 2013

Desde que era niña, Darletis Leyva González sabía que iba a ser periodista, aunque su padre le auguraba el Derecho como carrera. Y se paraba en cualquier acto escolar para comunicarse con los demás, y vivía a plenitud al lado de sus padres y de su hermano, que la apoyaban en sus sueños de comunicadora y la guiaban por los rectos caminos de la vida.

Así, siempre andaba con la palabra a cuesta, quizás por aquel hecho de haber nacido el Día del Idioma, lo que ella considera un poco casual, pero también un poco predestinado a su personalidad, a sus ansias por el mundo de las letras, con la pasión del periodismo y con el sacrificio del periodismo, una vez egresada de esa carrera.

Pero antes de ser periodista, mucho antes, creció en un hogar feliz, al lado de su mamá, Marlenis, su papá Ernet y su hermano mayor Darvin, que fue quien escogió el nombre de Darletis con solo cuatro años de edad.

Fueron bellos aquellos días de infancia, en una etapa que ella califica de preciosa, y se cataloga como una persona afortunada, porque desde que su hermano y ella abrieron los ojos al mundo sintieron –y sienten- esa entrega incondicional de los padres, aun con los problemas propios del hogar, de las incomprensiones, y admira cómo sus padres han dejado de ser ellos mismos para que la familia crezca feliz.

Darletis, aun con el paso de los años, no puede sustraerse a los pensamientos que la llevan a su infancia y primera juventud, y rememora con goce los paseos junto a sus padres, los viajes a la playa, porque el mar es una constante en su familia, su amor por los perros en particular y los animales en general, y ahora de adulta, con sus 27 años, lleva impregnado el ejemplo de sus padres y de su hermano: Marlenis, con un carácter fuerte pero muy dulce a la vez, muy madre; Ernet, tierno y sensible, mezclas que ella adquirió a través del tiempo, y de Darvin, con su manía correctiva, su pasión sin límite porque todo se haga bien, de no torcer el camino nunca, pase lo que pase.

Y así creció, y cuando hizo los exámenes de aptitud para estudiar Periodismo o Comunicación, comenzó a enfrentar una serie de barreras, que la hacían temblar de miedo ante la posibilidad de no realizar el sueño de su vida, y se le fue el mundo cuando después de la prueba de redacción no la mencionaron para pasar al tribunal de Periodismo y comenzó un llanto sin consuelo y ya no quería estudiar nada, y cuando pidieron revisión del examen se dieron cuenta de que no le habían evaluado una pregunta.

Entonces, como para seguir con el martirio, el tribunal de Periodismo le hizo las más disímiles y difíciles interrogantes, y ella salió victoriosa, pero con el paso de los días, al padre llamar a la Universidad no aparecía en la lista de los aprobados en Periodismo y al reclamar había un error de la secretaria que no la había incluido.

Contenta fue el primer día de clases hacia la Universidad de Oriente, pero vio las cosas tan oscuras y le golpeó tan fuerte la ausencia de la familia que regresó ese mismo día a su casa con la decisión de no volver, mas, sus padres y su hermano la convencieron y regresó, y pasó todo el primer año llorando todos los días hasta que se le acabaron las lágrimas, y fue adaptándose por la ayuda de los nuevos amigos y sus ansias de ser periodista.

Ya graduada, entonces sintió dolor por dejar la Universidad, a amigos y compañeros que tardaría en volver a ver, pero con la convicción de que podía abrir las alas y cumplir sus sueños de trabajar en la televisión, sin imaginar que nuevas barreras se interpondrían en su vida. Y sintió un golpe demoledor cuando la asignaron a la radio, porque veía escapar todas sus aspiraciones con aquella decisión, inentendible por demás, desde la primera pregunta que le hizo la funcionaria: "¿qué querías tú?", y se dio cuenta de que en el pretérito estaba su primer fracaso porque no iría para el medio soñado.

Sin embargo hoy, casi cuatro años después, confiesa que fue la decisión ajena más sensata y más importante para su vida, porque la radio la ha fascinado tanto que no se ve en otro medio, y son tantas las satisfacciones, en medio incluso de incomprensiones y ojos torcidos, que ese medio se ha convertido en el punto de partida y en el punto de llegada, porque se acuesta pensando en la radio y se levanta pensando en la radio, el medio donde ha aprendido y se ha convertido en una profesional, aun cuando le falta un mundo por aprender.

Así, en apenas cuatro años, Darletis Leyva González es una de las profesionales más importante y más premiada de la radio en Las Tunas, a partir de la exigencia del medio con su profesionalidad, a partir de su propio rigor de todos los días, de su oficio de cada momento, sin despegarse ni un instante de lo que piensan y quieren los oyentes, con la denuncia de los problemas y el análisis de las dificultades, y sobre todo, con la convicción de que enfrentar este oficio bello y peligroso solo se puede lograr bajo la égida del pensamiento del Héroe Nacional José Martí, de que "tiene tanto el periodista de soldado", que ella, sin dudar ni un instante, siempre está en el frente, con su pluma cual fusil a cuesta.

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