sábado, 21 de diciembre de 2013

Dicen que La Habana rió a carcajadas cuando dio su primer grito al mundo, aquel memorable 21 de diciembre de 1920, en el momento justo en que la aurora anunciaba un nuevo día. Y sus padres, españoles de nacimiento, miraron con orgullo a la más pequeña de sus cuatro hijos y le dieron por nombre Alicia, como la del país de las maravillas, quizás sin pensar que la vida de su hija sería en verdad una de las maravillas de la danza mundial.

Así, sus progenitores la mimaban y gozaban de felicidad con la pequeña niña, que había llegado para alegrar sus vidas, en aquella convulsa década de los años 20 del pasado siglo, cuando la vida misma era incierta por las guerras de conquistas, de luchas por el poder, de inicios del desarrollo de la radio y el cine plantaba sus banderas para repartir la cultura de los poderosos.


Ya a los nueve años, por sus aptitudes, la pequeña Alicia comenzó el aprendizaje de la danza, y empezó sus estudios de ballet en la Sociedad Pro-Arte Musical, fundada con aportaciones privadas por María Teresa García Montes, en La Habana, y se hizo llamar Alicia Martínez, porque su nombre verdadero: Alicia Ernestina de la Caridad del Cobre Martínez del Hoyo, no tenía nada de artístico y resultaba cansón al oído.

Y así pasó el tiempo y ganaba admiradores a base de talento y mucho oficio, y tomó el apellido de su esposo cuando se casó con Fernando y comenzó a nombrarse Alicia Alonso, quizás sin percatarse de que ese nombre se convertiría en un mito universal, por su ascenso meteórico en el ballet.

Cuando llegó a Nueva York, continuó sus estudios con Anatole Vilzak y Ludmilla Shollar en la escuela del American Ballet Theatre y después se fue a Londres con Vera Vólkova, y se colocó al nivel de esas exponentes del ballet mundial, en una carrera cuyos resultados crecían por día.

Pero la vida y sus estratagemas siempre andan a la caza de lo humano, y a los 19 años Alicia comenzó a padecer un defecto en un ojo y se convirtió en una jovencita parcialmente ciega, y cuentan que sus compañeros de baile tenían que estar siempre en el lugar preciso del escenario para esperarla en sus bellos movimientos y ejecuciones, y había que utilizar luces en diferentes sitios para guiarla.

En Nueva York, bailó en los musicales de Great Lady en 1938 y Stars in your eyes en 1939. Fue solista en el American Ballet entre 1939 y 1940; fue una de las fundadoras del American Ballet Theatre, y en ya en 1943 era una de las bailarinas más destacadas.

Y llegó Giselle.

Alicia Markova, una de las grandes, no pudo bailar y el papel fue asumido de forma emergente por Alicia, y fue tan magistral su interpretación, que se hizo mundialmente famosa, con el personaje de la inocente y engañada campesina.

Ya en la cúspide mundial, en el American Ballet, asumió papeles principales en la obra Undertow, de Anthony Tudor, en Theme and Variations, de George Balanchine, que fue una de sus más grandes creaciones, y se convirtió en prima ballerina ya para siempre.

El nombre de Alicia Alonso era obligado en el mundo de la danza, y bailó con las compañías más famosas, que se prestigiaban con los papeles interpretados por la cubana, y Giselle brillò en Montecarlo, Moscú y Leningrado; Asia, América, en la Ópera de Viena y en el teatro San Carlo de Nápoles, en Italia; La Fille Mal Gardée en la Ópera de Praga y fue estrella invitada en el Ballet de la Ópera de París, con el Royal Danish Ballet, con el Bolshoi y con otras muchas compañías.

Y pasó el tiempo y pasó Alicia por el mundo que la reverenciaba en cada acto, y creó el Ballet Alicia Alonso, actual Ballet Nacional de Cuba, primera compañía profesional de ballet en la historia del país, que le ha dado gloria a la cultura de la nación desde su fundación en 1948, y la Alonso gana cientos de premios y reconocimientos y pone por el cielo el nombre de Cuba y de sus compañía.

Hoy 21 de diciembre, cuanco cumple 93 años, la Prima Ballerina Assoluta del Ballet Nacional de Cuba, es considerada como una leyenda y muy famosa por sus representaciones de Giselle y Carmen, además de otras grandes obras del repertorio clásico y romántico y dedica todas sus fuerzas y su talento al montaje de coreografías para su compañía, cuyos integrantes han sido formados bajo su mando y hoy pasean por el mundo sus emblemáticas actuaciones, que dejan perplejos a los espectadores, quienes gozan con sus presentaciones.

Con su larga y fecunda vida, Alicia Alonso desafía voluntades, se impone a la oscuridad de sus ojos, baila con la mente y el oído, goza con las ejecuciones de sus muchachas y muchachos; vive cada vez que entrega lo que sabe, disfruta de la música y los aplausos, y ama al público con la misma fuerza que es idolatrada como el mito universal de la danza que siempre ha sido, es y será, hasta el fin de los tiempos.

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