miércoles, 30 de julio de 2014



Tiempo21 Foto /Angeluis
Tengo 80 años y estoy como un cañón, me dice Pepe Lobón y se da en el peño con el puño cerrado en señal de fortaleza, al tiempo que se ríe con esa picardía que siempre lo ha caracterizado y me mira por encima de la armadura de sus espejuelos como buscando una aprobación, y dice un disparate cuando lo pongo en duda.

Y en verdad han pasado 80 años en la vida de este hombre que ha hecho historia en el periodismo gráfico de la actual provincia de Las Tunas y de la antigua provincia de Oriente, porque su oficio viene de tan lejos, que la mirada se pierde en el tiempo en busca de su figura quijotesca, con la cámara de película o de vídeo al hombro, lista para dejar plasmada la noticia en imágenes.

Pero Lobón no comenzó en el periodismo gráfico en este, el mejor oficio del mundo, al decir del Gabo. Él se inició como operador de audio en la emisora Radio Libertad, de Puerto Padre, de la cual fue además redactor de notas y director.

Amante de la fotografía un día llegó su gran oportunidad, cuando se funda el canal Tele Rebelde, de la entonces provincia de Oriente, le dieron un yipi ruso cuatro puertas al que él bautizó como Sarampión, y él escribía las noticias y las grababa en imágenes como un hombre orquesta.

Después, cuando se inauguró Tele Cristal, en Holguín, se fundó la corresponsalía de la naciente provincia de Las Tunas y por primera vez en esos avatares integró un verdadero equipo de trabajo, en el que estaban, además, Valentín Barrueta, como el otro camarógrafo, Isidro en las luces y como chofer, Ramón en la edición y Joel Lacha como redactor-reportero, y ahí estuvo hasta 1995, cuando se jubiló.

Después a la Corresponsalía entró Ubiquel Arévalo Morales, la alegría y la empatía en persona, y surgió entre ellos una amistad tan grande que siempre es recordada, porque Lobón se creía el padre de Ubi, quien a todos sus regaños tenía una respuesta, como aquella que siempre le decía cuando Pepe la sugería que le pusiera el sidecar a la moto, porque era peligroso, y él le respondía: “Pepe, lo que pasa es que tú eres un viejo, pero yo soy un pepillón lindo y tengo que andar sin el carrito, porque me quita onda”, Y Pepe, con su calma de padre le volvía a insistir: “Gordo, esa moto está buena, pesa mucho y es un peligro andar así”. Entonces Ubiquel le ripostaba con un disparate y el viejo Lobo no podía más que reírse.

El paso de Lobón por el periodismo tunero fue emblemático en todos los sentidos. No solo por todo lo que hizo, sino por su forma de ser, por su personalidad cautivadora, por su forma de ver la vida.

Amante del buen trago Pepe Lobón vivía en un hotel del entonces diario 26, y los curdas de entonces siempre andaban tras él (o él tras ellos) para darse “el buche” y mitigar la dura vida de los albergados. Y en aquel habitáculo también emblemático, el ron era común los fines de semana y las anécdotas corrían raudas todos los lunes, cuando comenzaba la semana laboral.

Recuerdo un día en que pasado de tragos iba Pepe para su hotel y al pasar la calle Lucas Ortiz, ya llegando, un auto lo “tocó” porque él no miró para los costados (¿acaso veía?) y siempre le dio un golpe. Pero como no fue nada se acostó, y al otro día, cuando sintió el dolor del golpe y recordó el hecho, sentado en su cama, miró al cielo y espetó: ¡¿Hasta cuándo Pepe Lobón?!

Otro día él y el Tata Bosch (Hernán) cogieron una buena curda con albohol preparado con agua (eran tiempos de escasez) en el cuarto que compartían. Se acostaron borrachos y dejaron la puerta abierta y todo el resto de la bebida que no pudieron ingerir. Y el Fapla (Roberto Doval Bell) llegó para acostarse no sin antes pasar por el cuarto de ellos; vio el panorama, los vasos en la mesita, y sin saberlo tomó uno de ellos que tenía alcohol de 90 grados puro. Se dio el trago e hizo una mueca diciendo: ¡Ñooo! Le quedó un poco fuerte este trago a Pepe Lobón.

Ya Pepe hace más de 20 años que está jubilado, pero sus colegas lo siguen recordando y queriendo como uno de los personajes más emblemáticos del gremio y cuando hay una actividad de la Unión de Periodistas, en las que se reúne el gremio, sus amigos de siempre van donde está él, y comienzan los “balazos” de un lado para otro, recordando uno u otro cuento, diciéndose horrores porque él se convierte en el centro de la fiesta.

Y por eso estas líneas para José Lobón Palau, ese hombre de seis pies y ojos como el cielo, con su sabiduría a cuestas, pero sobre todo, con su carisma abriendo paso por cualquier camino que toma, en el que va dejando la savia de su aliento.





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