sábado, 1 de noviembre de 2014



Le dicen El Gitano por su carácter bohemio en sus años de juventud, cuando andaba trasnochando detrás de una mujer o de un buen trago, y llegaba a la Redacción del diario 26, de la provincia de Las Tunas, pasadas las 12:00 del día, aunque Infante, el director, decretara que había que llegar temprano para repartir las tareas del día y él hacía caso omiso a la orden.

Entonces le pusimos El Vespertino, porque con sus ojos rojos por la falta de sueño y su parsimonia habitual, llegaba y se sentaba frente a la máquina de escribir y llenaba la sección cultural en un dos por tres, porque ya venía con la información, la entrevista, el comentario o la crónica en la mente. Una vez hecho esto, nos miraba sonriente y nos decía a rajatablas: “aprendan a vivir y a trabajar, partida de lentos”.  Y se marchaba con su cojera a entregar el texto al jefe de Información.

Ulises Espinosa Núñez, que es su verdadero nombre, repetía esta rutina una y otra vez. Y en las reuniones de análisis de la semana siempre se las arreglaba para salir ileso cuando le quedaba pendiente algo en los chequeos del plan de trabajo, porque su mente era –es- tan rápida, que las inventaba al vuelo, en una eterna competencia con Julio César Pérez Viera, el otro que las inventaba al pasar para justificar un posible incumplimiento frente al Director, con caras de pocos amigos.


Siempre fue
El Gitano un reportero con mucho olfato para las noticias y para las mujeres. Eran dos pasiones que llevaba a la par, y para él era un problema de honor cumplir una y otra “tarea”, aunque sus deslices con las féminas no siempre le salían bien.

Recuerdo un pasaje emblemático de su juventud: Lidia, su esposa, vivía en su casa en los altos de la librería Fulgencio Oroz, casi pegada a la Redacción del diario 26, en la ciudad de Las Tunas. Y cuando El Gitano tardaba en regresar de madrugada y ella se imaginaba que la traicionaba, le cerraba la puerta de abajo con pestillo y las dos primeras veces Ulises tuvo que ir a dormir a la casa de Fela, su mamá, pero a la tercera vez, se las ingenió para trepar por un árbol que había frente a la casa, y ya en el pasillo, abrió la puerta con su llave y se acostó al lado de Lidia, que dormida ni se enteró. A partir de entonces, ella buscó otros métodos de castigo para “el trepador”.

Ulises era brillante en su labor periodística, y por ello, le asignaron un auto Fiat polaco, con el cual hizo historia en sus tiempos de asueto con mujeres y rones, y cuando salía a la carretera dicen que los animales huían, porque en una ocasión chocó con una vaca y en otra con un caballo, pero él y su acompañante siempre salían ilesos, porque por suerte no corría.

Desde sus inicios siempre fue un tipo apasionado por el Periodismo, aunque tenía un defecto: creía demasiado en los testimonios de los protagonistas de las historias que encontraba, como aquella de una joven con hepatitis que le contó cómo en un mes de reposo había leído los 28 tomos de las Obras completas de José Martí y él lo creyó, y nos discutía la veracidad a Oscar Góngora y a mí, que le tuvimos que sacar la cuenta de lo casi imposible que resultaba el hecho, teniendo en cuenta la complejidad del pensamiento martiano y las más de 400 páginas como promedio que tenía cada tomo de las Obras, las cuales la muchacha tuvo que leer a un libro por día. Y aun así, seguía discutiendo.

No obstante a esos pequeños detalles, El Gitano brillaba en la concepción y estructura de los géneros, al margen de algunas subordinadas y otros detalles de redacción, pero cuando escribía una crónica, una entrevista o un reportaje, había que leerlo porque estaban bien escritos.

Después de muchos años de trabajo en el diario y después semanario 26, un día pasó a laborar en la emisora provincial, de donde se jubiló, y de todo lo que hizo, lo que más marcó a la audiencia eran sus posiciones de defensa a la población en el programa de debate Primer Día, de Radio Victoria, que yo conducía y dirigía, en el que defendía sus criterios con los demás panelistas, al punto de que algunos oyentes temían porque un día nos fuéramos a las manos por la pasión que poníamos en cada debate.
 
Ahora Ulises está jubilado, pero no retirado, porque además de trabajar en otro centro laboral colabora constantemente con la emisora provincial, porque él no puede prescindir del Periodismo, siempre en defensa de esta sociedad a la que él se debe, porque sigue furibundamente el ejemplo de su padre Aquiles Espinosa, un hombre asesinado en plena juventud por los esbirros del tirano Fulgencio Batista, y a quien Ulises se rinde homenaje permanente manteniendo en pie sus ideas en defensa de la Revolución por la que Aquiles entregó su vida.



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