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Alegría en el funeral. (Foto: Ahmed Velázquez). |
Para morir siempre
hay dinero. Para preservar la vida es mucho más difícil. El ghanés se
caracteriza por huirle a los costos de la salud. Los pobres, que representan la
mayoría, no piden un crédito ni para salvar a un hijo. Para los de mayores
posibilidades lo primero son los negocios.
A diario la
situación es dramática en los hospitales atendidos por médicos cubanos. Cuando
la madre ve que su hijo pasa demasiado tiempo ingresado, la pregunta es
inminente: “¿Se va a morir doctor? Si se va a morir me lo llevo, porque en la
casa tengo otros que necesitan el poco dinero para seguir viviendo”.
Entonces los
profesionales de la Isla comienzan a persuadir a la madre para que mantenga al
pequeño en el hospital pero todo es en vano.
No sucede así en
caso de muerte. La familia de esa misma madre que no pide dinero para salvar al
hijo solicita un crédito para el funeral, que sí es una obligación.
En ese acto se
gastan miles y miles de cedis (la moneda nacional), y toda la familia, en
cualquier región que viva, debe aportar para despedir al que se va, en
ceremonias que duran cuatro días, sin contar el tiempo que se mantiene el
cadáver en refrigeración –a veces pasan meses-, mientras se organizan las
honras fúnebres y se reúne el dinero suficiente.
Las tradiciones en
Ghana, África subsahariana, son muy respetadas, y nadie osaría quebrantarlas en este país cuya
población en su mayoría es cristiana, con asentamientos musulmanes hacia el
norte.
Es la fuerza de la
costumbre lo que se impone. No importa si alguien se va por falta de dinero. Lo
imperdonable es que no se despida con pomposidad y respeto.
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