sábado, 11 de abril de 2015

Tiempo21/Foto Angeluis
La Feria del Libro de Las Tunas en su versión del 2015, fue un éxito para algunos y un fracaso para otros, siempre en dependencia del termómetro con que se mida, y teniendo en cuenta que es la primera vez que se desarrolla con una autonomía que nunca antes había tenido, y por tanto, una opción única que no se podía desaprovechar.

Si se tiene en cuenta que la Feria de Las Tunas no compitió en el tiempo con ninguna otra, como pasaba anteriormente, nada justifica que no estuvieran aquí Olga Portuondo Zúñiga y Leonardo Acosta Sánchez, a quienes les rendirían homenajes especiales, y otras personalidades que le hubiesen dado brillo al evento como Jesús David Curbelo y Francisco López Sacha, quienes no contaron con el transporte que debía garantizar la Dirección de Cultura para su traslado a la provincia, ni que llegara hasta acá ninguno de los directivos principales del Ministerio de Cultura, otras destacadas figuras de editoriales y otros escritores de renombre.

Algo nefasto que empañó la imagen de esta Feria fue la no presentación como estaba en programa del libro Madame la gorda, de María Liliana Celorrio, porque los textos estaban en el almacén de la Editorial Sanlope y nunca apareció la llave del local para llevarlos al lugar donde esperaban la autora y el público, lo cual pasó con las más grandes de las penas, pero sin pena para los organizadores, que impávidos, ni se inmutaron por el fiasco, algo inédito en cualquier evento.

Tampoco tiene justificación la poca atención que recibieron las libreras, actoras decisivas de los éxitos de la Feria con los lectores, ni las pequeñas carpas que eran insuficientes para guarecerse del fuerte sol de cada día, entre otras debilidades que ni vale la pena mencionar.

Entre lo más sobresaliente está la oferta de títulos y textos para los lectores, la especial atención para el público infantil, y el baño de poesía que se dio Las Tunas, con recitales poéticos que llenaron los espíritus a partir del homenaje a ese grande de las letras que responde al nombre de Carlos Esquivel, siempre acompañado de sus amigos escritores y lectores que lo honraron como él merece.

De ahí que los problemas organizativos e injustificados no empañaron la esencia de la literatura, la más laureada de la fiesta, porque los escritores se sobrepusieron a las dificultades y desarrollaron con éxitos los paneles teóricos y los otros espacios en que fueron protagonistas junto al público ávido que siempre los siguió.

La Feria de Las Tunas tuvo luces y sombras, aunque en su esencia de cumplió su objetivo supremo:la satisfacción de los lectores y el protagonismo de los escritores asistentes, por lo que es preciso sacar en claro las fallas y debilidades que impidieron un mejor evento, para que en las próximas ediciones todo salga bien, para quedar bien con el público y con los que escriben, en ese binomio eterno que constituyen la razón de ser de estas fiestas.




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