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Tiempo21/Foto Angeluis |
La
Feria del Libro de Las Tunas en su versión del 2015, fue un éxito para algunos
y un fracaso para otros, siempre en dependencia del termómetro con que se mida,
y teniendo en cuenta que es la primera vez que se desarrolla con una autonomía
que nunca antes había tenido, y por tanto, una opción única que no se podía
desaprovechar.
Si
se tiene en cuenta que la Feria de Las Tunas no compitió en el tiempo con
ninguna otra, como pasaba anteriormente, nada justifica que no estuvieran aquí Olga
Portuondo Zúñiga y Leonardo Acosta Sánchez, a quienes les rendirían homenajes
especiales, y otras personalidades que le hubiesen dado brillo al evento como
Jesús David Curbelo y Francisco López Sacha, quienes no
contaron con el transporte que debía garantizar la Dirección de Cultura para su
traslado a la provincia, ni que llegara hasta acá ninguno de los directivos
principales del Ministerio de Cultura, otras destacadas figuras de editoriales
y otros escritores de renombre.
Algo
nefasto que empañó la imagen de esta Feria fue la no presentación como estaba
en programa del libro Madame la gorda, de María Liliana Celorrio, porque los
textos estaban en el almacén de la Editorial Sanlope y nunca apareció la llave
del local para llevarlos al lugar donde esperaban la autora y el público, lo
cual pasó con las más grandes de las penas, pero sin pena para los
organizadores, que impávidos, ni se inmutaron por el fiasco, algo inédito en
cualquier evento.
Tampoco
tiene justificación la poca atención que recibieron las libreras, actoras
decisivas de los éxitos de la Feria con los lectores, ni las pequeñas carpas
que eran insuficientes para guarecerse del fuerte sol de cada día, entre otras
debilidades que ni vale la pena mencionar.
Entre
lo más sobresaliente está la oferta de títulos y textos para los lectores, la
especial atención para el público infantil, y el baño de poesía que se dio Las
Tunas, con recitales poéticos que llenaron los espíritus a partir del homenaje
a ese grande de las letras que responde al nombre de Carlos Esquivel, siempre
acompañado de sus amigos escritores y lectores que lo honraron como él merece.
De
ahí que los problemas organizativos e injustificados no empañaron la esencia de
la literatura, la más laureada de la fiesta, porque los escritores se
sobrepusieron a las dificultades y desarrollaron con éxitos los paneles
teóricos y los otros espacios en que fueron protagonistas junto al público
ávido que siempre los siguió.
La
Feria de Las Tunas tuvo luces y sombras, aunque en su esencia de cumplió su
objetivo supremo:la satisfacción de los lectores y el protagonismo de los
escritores asistentes, por lo que es preciso sacar en claro las fallas y
debilidades que impidieron un mejor evento, para que en las próximas ediciones
todo salga bien, para quedar bien con el público y con los que escriben, en ese
binomio eterno que constituyen la razón de ser de estas fiestas.
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