El
Cristo de La Habana es una de las obras escultóricas más bellas de Cuba, y
desde la loma de San Carlos de La Cabaña parece escudriñar el horizonte para ver cada parte
de la capital cubana, y bahía por medio, su figura imponente traspasa los
umbrales de cada mirada.
Es
esta la obra cumbre de la escultora pinareña Jilma Madera, inaugurada el el 24
de diciembre de MIL 958.
Este
monumento cuenta con 67 piezas sujetas por un armazón interior de acero y pesa 320
toneladas, con 17 metros de altura y tres de pedestal, y por la elevación en
que está enclavado se alza a unos 80 metros sobre el nivel del mar.
Mirando
siempre hacia el oeste de La Habana, El Cristo aparece de pie, con una mano en
el pecho y la otra levantada en actitud de bendecir.
Para
la construcción de la colosal obra se libró una convocatoria para el concurso,
y Jilma Madera presentó su boceto, tal y como lo había hecho en otras
oportunidades, pero esta vez resultó ganadora.
Después
de ganar el derecho de levantar la obra la escultora se fue hasta Carrara,
Italia, porque en esa región del sur de la península itálica posee el mejor
mármol del mundo, por lo que Jilma talló su obra allá.
Algo
significativo que se propuso la autora fue apartarse de la imagen cotidiana de
Cristo, y se alejó de la debilidad que aparentaba en cuadros y obras anteriores.
Basada en el pensamiento del Héroe Nacional de Cuba José Martí sobre los pobres
de la tierra, le dio a la figura la austeridad, el amor y la fuerza para
acercarse a aquel pensamiento del llamado Apóstol de la independencia de Cuba.
El
Cristo de La Habana ha devenido uno de los símbolos de la capital cubana y con
esta obra Jilma Madera ganó un espacio importante en la historia de las artes
plásticas de Cuba.
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