domingo, 7 de junio de 2015

Amelia Goyri de la Hoz era una dama de alta alcurnia que vivía en La Habana, sobrina preferida del conde de Balboa, y se le atribuyen poderes sobrenaturales desde su muerte de parto el 3 de mayo 1901.

Cuenta la leyenda que Amelia muere víctima de un ataque de eclampsia en el transcurso de su primer parto, a la tierna edad de 24 años y fue sepultada con su niña entre las piernas, según la costumbre española de la época, en que se les daba sepultura de esa forma a las madres fallecidas durante el alumbramiento.

A partir de entonces, José Vicente, su esposo, sufre un desajuste mental y vestido de negro comienza a visitar hasta dos veces al día la tumba, para conversar con Amelia, a quien no creía fallecida.

Así pasaba largas horas, y convirtió en un rito el hacer sonar una de las cuatro argollas de la tapa del panteón, mientras susurraba: despierta mi Amelia, y hablaba con ella un largo rato. Cuando abandonaba el lugar, se ponía el sombrero sobre el pecho y caminaba hacia atrás, alejándose lentamente, cabizbajo, sin darle la espalda.

Un día, cuando muere el padre de Amelia, al destaparse la tumba para enterrarlo, Amelia está intacta y la niña se encuentra en sus brazos.
De esa forma comienza a tejerse la leyenda de Amelia, a quien nombran La Milagrosa, y la opinión popular la convierte en santa, y le atribuye poderes sobrenaturales. Su tumba comienza a recibir innumerables visitas bajo las protestas del viudo, que pide a las autoridades detenga este flujo de visitantes, pero es imposible, porque se le adjudican favores y con el cursar de los años llegan nuevos adeptos de todas partes.

No son pocos los milagros que se le atribuyen por parte del pueblo, que van desde el poder de concebir hijos hasta los buenos partos y la tumba es visitada por miles de personas que le piden deseos y la consultan con flores frescas y mensajes de agradecimiento. Los fanáticos llegan hasta el sepulcro y la saludan haciendo sonar las cuatro argollas de la tapa del panteón y acariciando su imagen esculpida en mármol.

Después, los visitantes le dan la vuelta a la tumba y van solicitando su petición, siempre cuidando no darle la espalda a la estatua mientras se recorre el reducido espacio que ocupa.

Hoy, la tumba más popular y más visitada del Cementerio de Colón, en La Habana, es la de La Milagrosa y desde hace más de un siglo al sepulcro nunca le faltan las flores ni las visitas de devotos y no son pocos los que  han pedido su canonización por parte de la Iglesia Católica.




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