Recuerdo el
11 de septiembre de 2001 como ahora mismo. Ahmed Velázquez, fotorreportero de
Granma Internacional, y yo, estábamos en África en cobertura al trabajo de la brigada
médica en Ghana, África subsahariana, y vemos por la televisión el atentado a
las Torres Gemelas en Nueva York, en aquel acto terrorista que estremeció al
mundo.
Aquella
tarde en África, solo nos faltaban tres días para regresar a Cuba, y teníamos
una carrera contra el tiempo porque nos trasladábamos desde Ho, ciudad capital
de la Región del Volta, hacia Cape Cost, en la costa del Golfo de Guinea, por
lo que debíamos recorrer más de 400 kilómetros en transporte público.
Eran
alrededor de las 4:00 de la tarde cuando llegamos a Accra, la capital ghanesa,
para pasar por la casa de los jefes de la brigada médica –nuestro cuartel
general- para recoger alguna ropa y seguir camino.
Cuando llegamos a la casa de Margot, una de las médicas cubanas, nos dice alarmada: «unos aviones se estrellaron contra las Torres Gemelas y el Pentágono», y corremos hacia el televisor, en el que la CNN rueda constantemente las imágenes de los aviones traspasando las torres en medio de aquellas bolas de fuego.
Cuando llegamos a la casa de Margot, una de las médicas cubanas, nos dice alarmada: «unos aviones se estrellaron contra las Torres Gemelas y el Pentágono», y corremos hacia el televisor, en el que la CNN rueda constantemente las imágenes de los aviones traspasando las torres en medio de aquellas bolas de fuego.
«Horrible»,
comentamos y corremos a recoger lo que debemos llevar porque nos coge la
noche y todavía nos quedan más de 200 kilómetros por transitar.
Aquel fue
el preámbulo de lo que pasaríamos después, porque en materia de viaje, el
atentado a las Torres Gemelas nos traería muchos contratiempos cuatro días
después, de regreso a Cuba a través de los aeropuertos de Dakota, en Accra, y la
Terminal Norte, en Londres, en los que se vivía una angustia terrible por
aquellos actos que alborotaron todas las terminales aéreas del mundo.
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