sábado, 31 de octubre de 2015

Siempre supe que Carlos M. Álvarez era un joven resentido con la Revolución (y no un contrarrevolucionario porque no llega a ese estatus), porque desde que comenzó a escribir siempre sus textos tenían el tufo de los sietemesinos, que todo lo que hacen es atacar al país que le dio vida y formación en todos los sentidos.

Sus textos no eran polémicos por su agresividad, pero sus opiniones podían pasar (inadvertidas casi siempre) y quienes lo leían incluso podían coincidir con él en algún punto de vista.

Pero ahora (el pasado 27 para ser más exacto) destapó su ira y odio al tomar en su boca nada menos que al Che Guevara, sin dudas un símbolo para las personas de bien en todo el mundo.

Yo, no voy a entrar en consideraciones con él porque sencillamente su texto no pasa de ser una bajeza extraordinaria, y contra eso nada hay que hacer, y porque además, la colega Norelys Morales Aguilera lo ha desmoralizado de forma contundente en su comentario De pionero de alcurnia a renegado en OnCuba, en el cual aplasta la arrogancia y el irrespeto de ese autor.

Solo me limitaré a decir que los muertos se respetan, y mucho más, cuando alguien habla de un hombre extraordinario como el Che Guevara como lo ha hecho este joven renegado y malagradecido, pierde todo el valor que alguna vez pudo haber tenido como periodista novel, porque los símbolos se respetan, y ni él ni nadie puede negar u ocultar que el Che es un símbolo no de Cuba y Latinoamérica, sino del mundo.

Sencillamente este periodista se ha echado un camión de excremento encima, y pasarán muchos años –y quizás toda la vida- para que las personas de bien del mundo olviden y le perdonen sus ofensas y su desenfrenado irrespeto.

Y concluyo con el comentario que puse en su trabajo publicado en Oncuba, un medio al que por cierto, también se le fue la rosca con esta publicación. Y escribí:

« Es lo más asqueroso y desatinado que he leído sobre el Che, sin dudas, un texto hijo del odio, el rencor, y sobre todo del resentimiento. Y lo peor: de un autor que no se ve por su insignificancia ante la estatura de un hombre como el Che, aunque haya tenido sus errores, como todo humano».

He aquí lo que escribió este hombre cuyo nombre no quiero repetir:



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Este es mi espacio personal para el diálogo con personas de buena voluntad de todo el mundo. No soy dueño de la verdad, sino defensor de ella. Vivo en un país libre y siento orgullo de ser cubano.

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