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Los niños se entregan al trabajo desde las más tempranas edades. (Foto: Ahmed Velázquez). |
Todos los
días son iguales en Peki.
Allí no hay un jardin ni una flor alrededor de las
callejas de tierra roja, ni una alegría que haga cabalgar al corazón dentro del
pecho, ni algo nuevo entre ese cielo y esa tierra que se unen en cada una de
las montañas que rodean al valle donde se encuentra el pueblito.
En Peki la
vida es tan aburrida que los hombres prefieren buscar sus horizontes en otros
lugares y tratan de revender mercancías para encontrar el sustento, y las mujeres se la pasan pilando viandas para
hacer el fufú tradicional.
Pero los
niños, esos que no pueden salir del pueblito, están confinados al trabajo desde
las más cortas edades, mientras los más pequeñines andan de un lado para otro
con sus miradas perdidas en el tiempo, y su única fiesta es cuando ven a los
yiuwo (hombre blanco en dialecto ewe), a los que les salen a su encuentro, y
les dan sus manitas y les dicen adiós con tristeza cuando se alejan.
Peki es un
lugar retirado en la Región del Volta, a unos 200 kilómetros al sureste de Accra,
la capital de Ghana, en el África subsahariana, que nació sin infancia, donde la sonrisa es más triste que el
llanto.
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