viernes, 18 de diciembre de 2015

El día que la mamá de Damayanti Mena corrió con ella para hacer la matrícula en la escuela vocacional de arte El Cucalambé, de la provincia de Las Tunas, quizás no tenía conciencia de que su hija llegaría lejos en la escultura, porque aun sabiendo que tenía algún talento, en su mente había cierta duda de que se convertiría en una de las artistas de la plástica más importante del territorio.

Y así, a medida que avanzaba el curso escolar y la pequeña dejaba boquiabiertos a todos con las formas salidas de sus manos, su madre sintió el orgullo en la epidermis, y dirigió todos sus esfuerzos en la formación de su hija, con la mirada puesta en la Academia profesional de Artes Plásticas, a la cual ingresó y de la que salió graduada tras una estela de buenos recuerdos, pero sobre todo, de una hoja de servicio envidiable como alumna.

Después, ya de profesional, la casa de cultura Tomasa Varona conoció de su empeño por enseñar a los demás, y ella, orgullosa y altanera, poco caso le hacía a quienes desdeñaban su labor como instructora de arte, porque ese tipo de instituciones no son bien miradas por algunos profesionales del arte, que ven en ellas centros de poca valía, y sin embargo ella se siente feliz de su trabajo allí, como para demostrar que se puede tener una obra de probada calidad y enseñar a los aficionados todo cuánto se sabe de la academia.

Impresionan las esculturas de Damayanti, siempre hechas bajo conceptos renovadores, y con la mirada puesta en los más difíciles temas en los que casi siempre está el protagonismo de la mujer, porque sin llegar a ser una feminista, defiende su género con el cincel y el martillo, moldeando las formas que se erigen en defensa de las féminas.

Como graduada de escultura esta artista mantuvo mucho respeto por la pintura, y la distancia se interponía, pero un día, sin amilanarse por el consejo de un reconocido pintor que ponderó su obra como escultora y la conminó a alejarse de las formas y los colores, comenzó a dar sus trazos, y con la exposición Fabulaciones lúdicas dejó a todos asombrados por la maestría alcanzada, siempre con la mujer por delante en su lucha por abrir los caminos de la vida.

Hoy, con un poco de experiencia y mucha más sabiduría, la pintura es como un hobby, y la escultura tiene que reconocer sus prodigiosas manos, capaces de crear formas espectaculares en busca del concepto preciso, de la idea exacta que lleve al espectador hacia sus propuestas siempre renovadoras.

De ahí que Damayanti camine a la sombra de su obra, convertida en una artista plástica en el más amplio sentido de la palabra, siempre en la búsqueda de una idea que la haga feliz para hacer felices a los demás, y con la figura femenina como protagonista de sus formas tridimensionales o sus cuadros, que muestran al espectador la verdadera historia de sus manos.

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