domingo, 13 de mayo de 2018


Cachita, un poco más joven.
El recuerdo más nítido de mi madre Cachita cuando era niño está dado por mis miedos. No preciso qué edad tenía pero sí tengo claro en la mente que al sentir temor por algo corría hasta dónde ella estaba y me abrazaba a ella en busca de refugio y lo encontraba.

Mi madre era quisquillosa en extremo, primero con mi otro hermano varón, con quien vivía fajado y ella siempre en el medio con el cinto en la mano repartiendo justicia. Después vinieron las dos hembras, pero ella siempre se concentraba en nosotros que éramos los más recalcitrantes.

Otro recuerdo nítido es cuando yo estaba en la primaria y era extremadamente remolón para levantarme e ir hacia la escuela. Mi madre me llamaba y me dejaba sentado en la cama y se iba a seguir en sus trajines del desayuno y los preparativos del uniforme y las demás cosas, y cuando regresaba yo dormía plácidamente otra vez.

Entonces se iba nuevamente a la cocina y volvía con un jarro de agua y me lo echaba en el rostro, en una técnica que se repetía todos los días y ya no había forma de seguir en la cama.

También recuerdo cuando yo iba a alguna actividad de los pioneros, cuando ella me preparaba merienda para la jornada, y a mí no se me podía caer ni un pedacito de pan, nada, porque aquella merienda venía de las manos de mi madre que con tanto amor me la preparaba.

Claro que recuerdo cosas horribles para mí, porque ella tenía la costumbre de cuando me portaba mal encerrarme en el último cuarto de la casa que cuando se cerraba la puerta era una boca de lobo por la oscuridad, y ahí sí mis gritos se escuchaban en toda la cuadra. Aquel era el peor castigo, el culpable de que creciera con miedo a la oscuridad al extremo de dormir con la luz encendida, y hasta hoy el miedo a las luces apagadas no lo he superado del todo.

Después que crecimos ya las cosas cambiaron en métodos y enseñanzas, pero gracias a su forma de educar hoy sus hijos somos honrados y honestos, algo que indiscutiblemente se lo debemos a ella y a mi padre, pero sobre todo a ella, que en eso de guiarnos era –es- la protagonista principal de nuestra historia.


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Este es mi espacio personal para el diálogo con personas de buena voluntad de todo el mundo. No soy dueño de la verdad, sino defensor de ella. Vivo en un país libre y siento orgullo de ser cubano.

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