No
sé a ciencia cierta el porqué Enrique José Villegas se auto nombra El Perro. Ni
lo sé, ni quiero preguntárselo para saldar mi duda. Prefiero mantener mi idea
vaga sobre eso, porque a fin de cuentas el Ville, como le decimos amigos y
colegas es una de las mejores personas que he conocido en mis años por este
convulso mundo.
Recuerdo
cuando yo trabajaba en el diario 26, en la calle Colón 157, justamente donde se
encuentra hoy la emisora provincial Radio Victoria, que para aquel entonces
(años 80 del pasado siglo), estaba en la calle Francisco Varona, frente a la
emblemática Plaza Martiana.
En
el periódico teníamos un comedor donde se vendían suculentas meriendas, y el
Ville y sus colegas, que no tenían la posibilidad en su emisora, todos los días
llegaban hasta 26 para saciar sus ansias de comer, y entonces él, gordo,
comilón y paradigmático, se paraba en la puerta de la cafetería y decía: “¡llegamos
a la abundancia!”, y engullía de todo lo que había, que no era poco, incluida
una decena de bolas de helado de chocolate.
Ese
es el primer recuerdo que tengo del Ville, aunque por supuesto, con la certeza
de que era uno de los mejores reporteros de Radio Victoria, siempre con el
criterio en el disparador, para analizar cualquier problema que afectara al
pueblo, una práctica que ha cumplido rigurosamente hasta hoy, en su posición de
redactor a cargo, entre otras muchas tareas, de las quejas de la población.
Ya
cuando llegué de novato a la radio, en los primeros años de la década del 90,
me acerqué a él y a Oscarito Herrera para evacuar mis dudas, darles mis textos
para que los corrigieran y pedirles consejos constantemente con el objetivo de
adentrarme en tierra firme en el fascinante y difícil mundo de ese medio de
comunicación masiva, que te atrapa una vez que llegas a él.
El
Ville para todos y El Perro para él mismo, es un tipo carismático, aunque mi
colega Ada Cristina Higuera Tur, directora del noticiero Impacto, del cual
Villegas es el redactor, dice que es un mal necesario, por la sencilla razón de
que siempre está buscándole las cuatro patas al gato, protestando, peleando,
ocupado hasta del más mínimo detalle del Departamento Informativo, claro, para
que se pueda trabajar mejor; pero aun en esas ocupaciones, está al tanto de lo
que le hace falta a Ada desde el punto de vista personal, le busca agua y
cualquier cosa que necesite para que se sienta feliz frente a su guión del
noticiero.
Villegas
y yo siempre hemos sido amigos, aunque constantemente estamos discutiendo por
problemas de trabajo, aunque me haya bloqueado de su perfil de twitter para que
no sepa nada de él en esa red social -«porque me echa palante con los
jefes»-, aunque esté en desacuerdo con
algunos de mis planteamientos, a los que él considera absolutos, porque «yo me
creo el dueño de la verdad». Y ya cuando la discusión no tiene arreglo me
espeta a la cara: «ganaste, yo no discuto con las niñas».
En
materia profesional, el Ville es uno de los mejores periodistas que he conocido
en mi bregar por esta profesión. Obsesivo con un tema determinado, atento
siempre a lo que anda mal y afecta a la sociedad, incisivo en el manejo de las
yuxtaposiciones, exquisito en la búsqueda y ubicación de las informaciones de
mediana y alta intensidad para captar la atención del oyente, líder de opinión
en la red social Twitter, maestro en lo que a un noticiero se refiere (él fue
el creador de Impacto, «como un disparo», según su criterio), él es uno de los
imprescindibles en cualquier redacción radial porque rinde por cinco, tanto en
lo profesional como en lo personal.
De
ahí que sus colegas todos estuvimos en vilo cuando hace ya algunos años fue
operado del corazón en La Habana, y todos nos alegramos el día de su regreso
triunfal porque no ha cambiado en nada su ritmo de trabajo y en su forma de ser,
y en verdad su tratamiento de por vida solo lo molesta cuando ve algo de comer
que él no puede ingerir por prescripción médica, y entre lastimoso y gracioso
huele y dice: «qué rico», y se aleja a toda prisa de lo prohibido.
Por
ser tan quisquilloso, a cualquier hora y cualquier día (incluyendo los
domingos) el Ville llama a los jefes por teléfono a su casa porque algo anda
mal en la Redacción. Y entonces el clamor es generalizado entre los directivos:
«¿Y Villegas no piensa jubilarse?».
Mas,
en el fondo, ellos y todos sabemos que el día que eso suceda quedará un vacío
muy difícil de llenar en la Redacción informativa, porque redactores-reporteros
como él no abundan al doblar de la esquina, por su experiencia, sus
conocimientos, sus deseos continuos de que todo salga bien, por sus ansias de
perfeccionamiento y, sobre todo, por su altruismo sin límites y su preocupación
constante por los demás.
Nota:
Villegas falleció hoy 8 de julio de 2018. La noticia me estremeció aunque era
esperada, pero yo guardaba la esperanza de que saliera de este mal momento y
viviera por unos años más. Pero no, era cierta y escalofriante.
Hace solo unas horas fui a verlo en una cama de terapia intermedia del hospital Ernesto Guevara, de la ciudad de Las Tunas, y lo primero que me dijo fue a manera de sentencia: «Todos son unos pajarones, no me dieron la ADSL», en referencia a las líneas dedicadas para Internet. Mas, como ahora no estoy en condiciones de escribir, pongo a consideración de los usuarios una crónica que le hice hace unos años al Ville, publicada en Ecotunero, el sitio de los periodistas de Las Tunas, como mi sencillo homenaje al amigo que se va, porque creo que en ella retrato un poco a esa personalidad que nunca olvidaremos familiares, amigos y colegas.
Hace solo unas horas fui a verlo en una cama de terapia intermedia del hospital Ernesto Guevara, de la ciudad de Las Tunas, y lo primero que me dijo fue a manera de sentencia: «Todos son unos pajarones, no me dieron la ADSL», en referencia a las líneas dedicadas para Internet. Mas, como ahora no estoy en condiciones de escribir, pongo a consideración de los usuarios una crónica que le hice hace unos años al Ville, publicada en Ecotunero, el sitio de los periodistas de Las Tunas, como mi sencillo homenaje al amigo que se va, porque creo que en ella retrato un poco a esa personalidad que nunca olvidaremos familiares, amigos y colegas.
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