domingo, 23 de agosto de 2020

 Elmer Almaguer Paneque posa su pícara mirada sobre mí al tiempo que la comisura de sus labios dibuja una sonrisa. Sobre sus piernas un nieto y una bisnieta rubios de ojos azules, bellos, se empeñan en no dejarlo tranquilo.

¿¡Ah?! Pero no te acuerdas bien, me espeta y me recuerda: “Segura casi nos mata y tuvimos que cambiar completamente la primera página del periódico”.

Y en verdad no recuerdo los detalles de una de las anécdotas más emblemáticas de Elmer y mía cuando estábamos de cierre juntos en el entonces diario 26, a finales de la década del 80 del pasado siglo y siempre tratábamos de imponer nuestra posición diferente en la forma de utilizar el color rojo con mayor cordura, pero sobre todo, sustentados en los conocimientos que teníamos del diseño y huyendo quizás demasiado de la norma que existía, muy generalizada, del uso del rojo de forma indiscriminada.

Cada vez que estábamos de cierre Elmer me decía “hoy rojo solo el machón”, en forma de broma, pero como para dejar sentado que lo utilizaríamos adecuadamente, y ese día quizás se nos fue la mano de acuerdo con los conceptos de los demás colegas del Consejo de Dirección, a quienes les encantaba el rojo, y todos los titulares de ese día lo utilizábamos en negro, pero basados en la sobriedad y un estilo que había que reconocer por los demás elementos gráficos usados, y un equilibrio evidente de los cuatro cuadrantes de la comunicación visual.

Así, ya con la primera diseñada, mirábamos con agrado nuestra obra, convencidos de que habíamos logrado algo diferente y bien pensado, y comentábamos el impacto que causaría la circulación de aquella edición del diario 26, cuando llegó Ramiro Segura, el director, a echarle un vistazo a la cara del medio.

- ¿Quién se murió? –preguntó Segura con cara de pocos amigos.

- ¿Cómo que quién se murió? –respondí.

- Sí, porque si la primera solo tiene rojo el machón es porque estamos de luto o ha pasado algo.

- No, Ramiro, es un estilo que se usa en el mundo –traté de explicar, pero el Director me paró en seco.

- En el mundo puede ser, pero aquí no.

- El problema es que nos avisaron que debíamos ahorrar el rojo porque no hay tinta –se atrevió a bromear Elmer con su cara muy lúcida y la ironía que siempre lo ha caracterizado.

- Elmer, esto es serio –volvió a decir Segura-. Ahora mismo me vuelven a hacer la primera plana y sin inventos –sentenció el director y nosotros tuvimos que recomenzar con nuestra labor, con formato y diseño nuevo, cargado de rojo.

Cuando Segura se marchó, Elmer me dijo: “ahora vamos a poner en rojo hasta las fotos”.

La anécdota corrió de boca en boca y los jodedores no cesaban de meterse con nosotros y cuando nos veían juntos comenzaban con los más diversos chistes desde que cambiáramos el color del machón hasta las más inesperadas bromas.

Elmer siempre fue –es- un tipo mente rápida para captar y trasmitir ideas. Aun cuando alguien pensaba que él estaba inmerso en sus formatos y diseños tenía el don de estar atento a todo lo que se conversaba y pasaba a su alrededor, y al menor descuido metía su “cuchareta” y se desembarcaba con frases y pensamientos únicos, emblemáticos, como aquella cuando Pancho Valdés, uno de los correctores trataba de justificar un error en un texto del reportero Juan Morales Agüero, en el que Pancho había “rectificado” Carrillón por el Carillón original y correcto escrito por Morales, y cuando Valdés ya apenado le confesaba a su interlocutor que había tratado de corregir un error, Elmer, sentado tranquilamente ante uno de los formatos de una página le espetó a la cara: “es decir, Pancho, que trataste de corregir y lo que hiciste fue cagarla”.

Más de 30 años dedicó Elmer al periódico 26, desde que dejó de ser fundidor en varias industrias para convertirse en formatista del diario, como alumno de Antonio Morales en sus inicios, y como profesor después de todos los que se acercaban a la especialidad en la que dejó una bella hoja de servicios.

Hoy, más viejo y jubilado, con nietos y biznietos sobre sus piernas, sigue siendo un lujo hablar con él, sobre todo para recordar y reírse con las mil anécdotas del emblemático diario 26 convertido después en semanario, de las cuales fue protagonista en un alto porcentaje junto al colectivo, pero sobre todo para comprobar que a pesar de los años él sigue siendo Elmer mente rápida.




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