Hoy es un
día en el que se mezclan la alegría y la tristeza, y ambas relacionadas con la
salud. La tristeza de mi padre en una cama de la sala de terapia intermedia del
Hospital General Docente Ernesto Guevara, de la provincia de Las Tunas, y la
alegría porque Jose Alberto, mi hijo menor, acaba de concluir el tercer año de
la carrera de Medicina.
Siempre que
hay un examen las tensiones se disparan, no solo por parte del estudiante, sino
de los padres, mucho más si el último examen del año es Medicina interna, una
de las más complicadas de las especialidades médicas, porque abarca todas las
demás especialidades y los exámenes siempre son difíciles y además porque la
carrera tiene dos años muy complejos: el primero y el tercero.
Jose
Alberto ya había vencido el examen práctico, el más difícil por ser con un
paciente real, en la sala donde estudia, en el que tuvo que analizar ante
Isora, una de las mejores clínicas y profesoras de la Universidad de Ciencias
Médicas, un cuadro de convulsiones de un hombre relativamente joven, del que
tuvo que determinar las posibles causas y el tratamiento, con todos los
medicamentos que debe llevar, las posibles complicaciones, las reacciones
adversas…
Y hoy, como
también se había preparado bien, salió temprano hacia su escuela con su optimismo
y la certeza de que todo iba a salir bien, y después de dos horas me llamó por
teléfono y me dijo: “Papi, tu hijo comienza a rotar por Pediatría en septiembre,
todo salió según lo previsto”.
Todo el que
tenga hijos estudiando en la Universidad sabrá lo que sentí con aquella noticia,
que le alegra el alma como pocas cosas a cualquier padre.
Ya cuando
llegó a la casa nos dijo: “¡Qué riquera!, de vacaciones, a ver series,
películas, playas, piscinas, paseos”, y nos dio todos los detalles del examen,
de la alegría cuando lo leyó porque se lo sabía todo, aun cuando se equivocó en
dos precisiones de un caso extremadamente complicado que tuvieron que analizar.
Por
supuesto que son muy justas esas vacaciones después de un curso escolar estudiando
y estudiando, aunque a veces le saca un poco el pie y desconecta, como se dice
por acá, pero enfrentando contenidos muy difíciles, pues en verdad esa es la
carrera de mayores sacrificios, porque el que se decide por ella debe pasar la
vida con los libros a cuesta.
Vaya
entonces mi felicitación para mi querido hijo. Ahora solo falta que mi padre se
ponga bien, para que la felicidad sea completa.
0 comentarios:
Publicar un comentario