viernes, 12 de julio de 2013



Jose Alberto, cuando llegó de hacer el examen.
Hoy es un día en el que se mezclan la alegría y la tristeza, y ambas relacionadas con la salud. La tristeza de mi padre en una cama de la sala de terapia intermedia del Hospital General Docente Ernesto Guevara, de la provincia de Las Tunas, y la alegría porque Jose Alberto, mi hijo menor, acaba de concluir el tercer año de la carrera de Medicina.

Siempre que hay un examen las tensiones se disparan, no solo por parte del estudiante, sino de los padres, mucho más si el último examen del año es Medicina interna, una de las más complicadas de las especialidades médicas, porque abarca todas las demás especialidades y los exámenes siempre son difíciles y además porque la carrera tiene dos años muy complejos: el primero y el tercero.


Jose con Lisandra, su amiga y compañera de estudios, quien también terminó el tercer año.
Jose Alberto ya había vencido el examen práctico, el más difícil por ser con un paciente real, en la sala donde estudia, en el que tuvo que analizar ante Isora, una de las mejores clínicas y profesoras de la Universidad de Ciencias Médicas, un cuadro de convulsiones de un hombre relativamente joven, del que tuvo que determinar las posibles causas y el tratamiento, con todos los medicamentos que debe llevar, las posibles complicaciones, las reacciones adversas…

Y hoy, como también se había preparado bien, salió temprano hacia su escuela con su optimismo y la certeza de que todo iba a salir bien, y después de dos horas me llamó por teléfono y me dijo: “Papi, tu hijo comienza a rotar por Pediatría en septiembre, todo salió según lo previsto”.

Todo el que tenga hijos estudiando en la Universidad sabrá lo que sentí con aquella noticia, que le alegra el alma como pocas cosas a cualquier padre.

Ya cuando llegó a la casa nos dijo: “¡Qué riquera!, de vacaciones, a ver series, películas, playas, piscinas, paseos”, y nos dio todos los detalles del examen, de la alegría cuando lo leyó porque se lo sabía todo, aun cuando se equivocó en dos precisiones de un caso extremadamente complicado que tuvieron que analizar.

Por supuesto que son muy justas esas vacaciones después de un curso escolar estudiando y estudiando, aunque a veces le saca un poco el pie y desconecta, como se dice por acá, pero enfrentando contenidos muy difíciles, pues en verdad esa es la carrera de mayores sacrificios, porque el que se decide por ella debe pasar la vida con los libros a cuesta.

Vaya entonces mi felicitación para mi querido hijo. Ahora solo falta que mi padre se ponga bien, para que la felicidad sea completa.




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