domingo, 25 de agosto de 2013

Ha muerto el Tío Vitico, el más emblemático de los hermanos de mi padre, el más querido entre todos mis tíos paternos.

Tío Vitico es el padre de dos de mis mejores primos de mi niñez, adolescencia y primera juventud: Alcides y Armando Díaz Figueredo (junto a Pedrito Cusidó Díaz), y yo prácticamente vivía en su casa de la calle Julián Santana, en la ciudad de Las Tunas, Cuba, a dos cuadras y media de donde yo vivía en la misma calle.

Vitico, como mi padre, era chofer de alquiler, y recuerdo que tenía un carro negro, creo que un Chevrolet, en el que me montaba mucho, porque yo también clasificaba como uno de sus sobrinos favoritos, y andaba para arriba y para abajo en Las Tunas de la década del 60 del pasado siglo, cuando yo levantaba muy pocas cuartas del suelo.

El Tío Vitico, junto a sus hijos, Armando y Alcides.
 
Nuestra relación venía también de sus hijos, porque me cuenta mi madre que cuando yo solo tenía unos meses de vida, cuando Alcides pasaba por mi casa me llevaba para la de él, y allá estaba largas horas, y así crecí, en su hogar, junto a Felicia, la esposa de Vitico y madre de mis primos.
Ya, cuando tuve uso de razón, siguió aquella relación familiar y no pasaba un día en que yo no estuviera en su casa, y Vitico sentía placer en montarme en su carro y llevarme para la piquera, al parecer porque ya sus hijos eran más grandes y también por el amor que sentía por mi padre, porque en verdad, siempre fueron los hermanos que mejor se llevaban.

Ahora recuerdo borrosamente el día que el Tío Vitico se iba para los Estados Unidos, allá por 1971. Anduvimos juntos y me dio algunos consejos que no preciso su contenido, pero me acuerdo perfectamente de la ternura con que me miraba, porque sé que le dolía dejarme.

Después, me escribió algunas veces y pasó el tiempo hasta el día que regresó a Cuba de visita, no sé a los cuántos años, pero recuerdo que fue un acontecimiento familiar, porque Vitico era como una bujía inspiradora para la familia, y todos (incluyendo a sus hijos que todavía vivían acá), gozamos de su estancia en su antigua casa, en su antiguo barrio, donde también estaban sus amigos, que le hacían coro para escuchar sus cuentos y todo lo que tenía que decirnos después de largos años de ausencia, de su trabajo en una fábrica de implementos para aviones y de todo cuánto se le ocurriera.

Ya después volvía con menos frecuencia, hasta que regresó hace un tiempo, ya con 90 años sobre sus hombros, creo, pero bastante claro de mente, y con el físico impecable y conversamos aunque con menos ímpetu que antes.

Y hace unas horas me llega la noticia de su muerte, a los 94 años, en su casa de Miami, con su familia. Y así se va el último de mis queridos tíos, alrededor de un mes después que se fue mi padre, y me pongo a pensar que mi familia paterna se ha reducido en su segunda generación, porque solo queda un hermano de ellos, con quien ni me relaciono, porque ese no se parece en nada ni a mi padre ni a Vitico.


Mas, lo importante, es que el Tío Vitico vivió casi la mitad de su vida donde él siempre quiso, en los Estados Unidos, con sus hijos cerca, sus nietos, su esposa Martha, con quien solo conversé una vez de visita acá, y me pareció una mujer estelar, mucho más joven que él, y siempre al tanto del Tío.

Así, en medio del dolor que siempre ocasiona la pérdida de un ser querido, está la satisfacción de la larga vida y la salud inquebrantable del Tío Vitico, quien pasó la inmensa mayoría de sus 94 años con una envidiable salud y sabiendo que eran muchos los que lo querían, sencillamente porque él lo supo ganar como la buena persona que siempre fue.

Sirvan estas líneas, como mi sencillo homenaje al Tío querido.


3 comentarios:

  1. Este comentario ha sido eliminado por el autor.

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  2. Muy lindo homenaje, gracias por tus palabras. Por aca a todos nos ha impactado su muerte, pero tenemos la tranquilidad de que vivio una larga y feliz vida... un abrazo Migue.

    Osmanis Cusido

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    Respuestas
    1. Gracias, Osmany, nosotros sabemos que el Tío Vitico fue muy feliz,
      Un abrazo para todos.

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Este es mi espacio personal para el diálogo con personas de buena voluntad de todo el mundo. No soy dueño de la verdad, sino defensor de ella. Vivo en un país libre y siento orgullo de ser cubano.

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