jueves, 26 de diciembre de 2013

Anybis Labarta, una de las buenas periodistas con que cuenta la provincia de Las Tunas, escribe un libro bajo el título de Desván, y ahora publicarán un plegable con algunas de sus crónicas y me ha pedido que le escriba un pequeño prólogo, lo cual me llena de orgullo por lo que representa esto para cualquier autor y para cualquiera amante del Periodismo y la Literatura.

Y yo, he escrito estas breves palabras a partir del título de esta entrada, y publico una de sus bellas crónicas, con la satisfacción de que es la  primera vez en mi historia como bloguero que publico algo ajeno en mi espacio personal, aunque esta vez me llena de orgullo hacerlo, por su deferencia para conmigo, pero sobre todo, por sus bellas crónicas. Aquí van palabras y una crónica:



Estas son crónicas para saborear.

Para saborear recuerdos y vivencias de alguien cuya sensibilidad está dada desde sus estudios de artes plásticas cuando apenas era una niña, y desde su estatura como mujer de letras un poco más acá, que nos regala narraciones que pueden ser universales.

Y ahí radica su grandeza: la de llevar al lector por caminos inéditos o vividos en otra piel, en otro cuerpo, y los tuneros de siempre volverán a ver a Sapi Sapi, Pupú o Felicidades, tendrán anécdotas similares a las de la abuela, o recordarán pasajes de su ciudad.

Por eso la pregunta, porque más que un desván, creo que se trata de un diván, para que el lector se acomode hacia atrás y se sumerja en la lectura de un verbo sabroso, hecho a la medida de este o de aquel, de todos.

                                                                         Miguel Díaz Nápoles
Y una crónica:

Personajes especiales

Anybis Labarta


En este rincón del desván pueden descubrir que amo a mi pueblo incondicionalmente. Siento orgullo de su historia, de sus generales mambises, en especial del llamado León de Santa Rita, Vicente García González, maltratado, por cierto, en páginas escolares que ahora se enmiendan.

Me conmueve la casi total ausencia del estilo colonial en la arquitectura de la ciudad de Las Tunas, y es que esta comarca fue incendiada durante las guerras independistas en patriótico holocausto protagonizado por sus hijos. Por lo tanto su aparente sencillez habla, a quien sepa mirar, de épicas grandezas del pasado.

Singulares son las leyendas de esta zona, como la del indio sin cabeza, decapitado por amar a una española; un jinete que, según el imaginario popular, cabalgó por muchos años en busca de venganza. Y también resultan sui géneris las circunstancias en que vivieron y murieron insignes personalidades de nuestra cultura, como “El Cucalambé”, ese bardo inmenso, precoz y misteriosamente desaparecido, cuyos versos cantaron los mambises en la manigua redentora.

Además, determinados eventos naturales han tornado peculiar a la región, como aquella fabulosa granizada de 1963, que bien podía haber surgido de la pluma de García Márquez. Así, cercanos al realismo mágico, son los hechos que ocurren por mi tierra y de ella quiero destacar particularmente a ciertos personajes pintorescos. Se trata de seres alejados de la cordura que antaño caminaron por nuestras calles y fueron populares precisamente por su aparente locura.

Específicamente me refiero a tres amados locos de Las Tunas que ya no están entre nosotros: Pupú, Sapi Sapi y Felicidades. Ellos aportaron matices a la cotidianidad de los años 60, 70 y 80 del pasado siglo. Pupú era una mujer muy pulcra y silenciosa, con fama de beldad en sus años mozos, pero que en su madura adultez intrigaba a todos con un apuradísimo andar, un tanto inclinado hacia delante, que recordaba a una locomotora.

Precisamente esa forma de caminar suscitó el nacimiento de su popular apodo, pues los niños solían gritarle a su paso - ¡pu pú cha chá! ¡pu pú cha chá! ¡el tren se va! - Esto encolerizaba a la señora y pobre del que fuera alcanzado por las piedras que lanzaba. Si no la molestaban, Pupú era muy pacífica y, vale  aclarar, que pertenecía a una de las familias más antiguas e ilustres de la localidad.
 

Por su parte, Felicidadesfue, más bien, ese típico cubano que suele reirse hasta de las vicisitudes propias, solo que él lo hacía en décimas y estas versaban sobre cualquier situación. Frecuentemente solía aludir a los avatares de la Cuba de la década del sesenta, cuando la naciente Revolución luchaba por imponerse al bloqueo y a otras zancadillas económicas y de otra índole, provenientes de nuestro prepotente vecino del norte.

Las carencias, las colas, las movilizaciones eran temas frecuentes de sus versos. Y cuentan que era habitual verlo rodeado de personas riendo a mandíbula batiente cuando se auxiliaba de las rimas para decir cosas como esta: "... pinto una cafetería, desde luego sin café... también pinto un comité cuidando tiendas vacías... una anciana organizando una cola que crecía... y un carro grande anunciando otro juicio popular... más, no he podido pintar el hambre que estoy pasando".

Por último, Sapi Sapi, apareció de repente, morral al hombro, musitando una jerga incomprensible. Pronto su presencia se hizo recurrente en la cercanía de terminales y cafeterías. Un día, tal y como llegó, se esfumó y el rumor popular asoció su desaparición a la permanencia en Las Tunas de algunos técnicos soviéticos que brindaban su colaboración en diversas ramas. La explicación fue que el enigmático hombre era ¡nada menos! que un criminal nazi fugitivo que se escondía bajo el disfraz de mendigo desquiciado y que los rusos lo habían descubierto. Se llegó a comentar que fue extraditado para recibir su sanción.

Sin embargo, a los tuneros comunes que conocieron a estos tres personajes no les consta que Sapi Sapi fuera en realidad un alemán del Tercer Reich, pero si admiten que su nombre surgió aquí, debido a su extraño lenguaje del cual apenas captaban esas sílabas sapi sapi sapi…. tampoco podrán afirmar nunca, de manera categórica, que las décimas de Felicidades fueran aprendidas y dichas de memoria o improvisadas, aunque si dan fe de lo divertidas que resultaban; mucho menos, sabrán el por qué del apuro constante de Pupú. ¿Cuál razón la impulsaba a transitar diariamente y casi corriendo gran parte de la ciudad? Más allá de las burlas infantiles, algunos adultos solían comparar a nuestra coterránea con una Penélope a la inversa, alguien que, en vez de esperar paciente a su amor eterno en un andén, optó por ir a buscarlo, y ese empeño para ella no admitía demoras...

Pero, tanto el caso femenino como los anteriores fueron objeto de muchas especulaciones y eso hace que hoy habiten en el terreno de las fabulaciones populares.

Lo cierto es que estos tres seres colorearon los días y las noches de Las Tunas y ahora regresan conminados por este llamado de la nostalgia. Están nuevamente aquí, para patentizarnos aquello de que “loco es aquel que lo ha perdido todo, menos la razón”. Algo tan sabiamente expresado en las páginas de “El ingenioso hidalgo Don Quijote de la Mancha”.
 

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