lunes, 28 de abril de 2014


Aunque el Molino Rojo nació en París, Francia, hace más de 100 años, renació otra vez con sus características propias en la tierra de Bolívar, en la Venezuela de Chávez, por iniciativa de cierto artista con ideas revolucionarias que responde al nombre de Leonardo Fuentes Caballín, cuando cumplía sus funciones en la Misión Barrio Adentro, como una señal chavista, revolucionaria, por el color que identificaba la idea.

Pero como Leonardo no pudo realizar todos sus sueños dentro de aquella iniciativa, porque tuvo que regresar a Cuba después de cumplir su tarea, llegó a Las Tunas pregnado por todo lo que había hecho, pero sobre todo por lo que quedó por hacer, y ya en esta tierra le daba vueltas y vueltas aquella idea en su cabeza, hasta que un día, sin proponerlo, le dieron un viejo y amplio local en la calle Gonzalo de Quesada esquina Lico Cruz, para que hiciera algo cultural, y no pensó dos veces el renacimiento de un nuevo Molino Rojo, con ideas constantes, como el de París, y con el sustento teórico del de Venezuela, aunque también con sus propias características.

Así, él sabía que en Las Tunas nunca concluiría su misión, por lo que nada podría interrumpir esta vez su Molino Rojo, y se dio a la tarea de acondicionar el local, de esparcir la idea entre sus colegas de la plástica, y comenzó un largo camino hacia la materialización de un taller, de una fábrica de arte, como él mismo acuña esa frase de moda en estos tiempos, y poco a poco el Molino Rojo de Las Tunas comenzó a revolucionar conceptos y formas de hacer de las artes plásticas.


Ya de aquel inicio han pasado casi tres años. Y aunque todavía es muy poco tiempo, se nota el cambio experimentado en el otrora almacén de cigarros, y los artistas que han acogido la idea de su desarrollo no descansan en la tarea diaria de hacer algo nuevo, que sustente a la Capital de la escultura cubana.

Cierto es que no han sido pocos quienes han dudado de la existencia de ese taller, en un local tan grande y apropiado para otros menesteres. Mas los talleristas ni siquiera reparan en esas opiniones, y por el contrario redoblan su labor en la creación de figuras tridimensionales, en la restauración de obras de arte, en la reproducción de grabados o en el nacimiento de nuevas pinturas.

No es por gusto que ahora Molino Rojo sea una de las sedes de la Bienal de Escultura de Pequeño Formato que comienza mañana en Las Tunas. Eso es un reconocimiento y un premio a su labor durante estos casi tres años, y en su seno, nacerán nuevas obras tridimensionales en los días del evento, para finalmente emplazarlas en el distrito Camilo Cienfuegos, alrededor del emblemático Tanque de Buena Vista, para bien de la ciudad.

Entonces, y con el paso del tiempo, fue acertada la creación del taller cultural, como fue acertada la idea de Leonardo de revivir su Molino Rojo venezolano, porque a fin de cuentas, y para bien de nuestra cultura, ese color se apega con fuerza a la Revolución, como revolucionario es el Molino que en la calle Gonzalo de Quesada tritura con sus aspas nuevas ideas y renovadores conceptos sobre el arte, como un punto de partida y de llegada de la identidad tunera.

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