domingo, 16 de noviembre de 2014



Iraida, a la derecha, junto a Lianet, el día de su graduación.
Cuando paso mirada a los estudiantes que he tenido en la carrera de Comunicación Social en la Universidad de Las Tunas en nueve años de docencia no tengo dudas de que Iraida Santiesteban Barrabí ha sido mi mejor alumna integralmente, con una inteligencia y razonamiento muy por encima de la media de los grupos.

Iraida acaba de morir de forma absurda, en un accidente del tránsito allá por Haití, en la provincia de Camagüey, donde vivía, que terminó con sus 23 años, con su profesión de comunicadora que ganó en julio pasado, con sus sueños de joven de estos tiempos, con sus ganas de hacer, sus proyectos y aspiraciones.


Era Iraida una muchacha con una madurez demasiado acentuada para su edad, y sus compañeras y amigas la tenían como alguien a quien acudían en busca de un consejo, de un razonamiento sobre un tema docente o personal, y ella, siempre sabia, orientaba hacia el camino acertado, porque tenía una luz natural, con un sustento en su inteligencia con rasgos superiores, al decir de la Psicología.

La inteligencia de Iraida siempre estuvo acompañada por una tenacidad y perseverancia a toda prueba, y todo cuanto se proponía en la docencia lo lograba. Ahora recuerdo su tesis de grado sobre los imaginarios urbanos en Las Tunas, un tema muy difícil y poco común, al que no todos los docentes miraban con agrado y hasta lo rechazaban. Pero Fue constante su defensa del mismo hasta que se lo aprobaron y el resultado final fue brillante, con su Título de Oro.

En Facebook he leído algo que corrobora mi valoración sobre la inteligencia de Iraida antes de la Universidad (porque en la casa de altos estudios no tengo dudas), y es una frase traída por uno de sus amigos y compañeros de estudios de la Enseñanza Primaria, que repetía una maestra refiriéndose a ella: “¿Para qué sirve tener luz si no es para alumbrar?”, en referencia a que siempre te gustaba ayudar a los demás.

De ahí que nuevamente la tristeza se apodere de todos sus compañeros de grupo, familiares, amigos, docentes, que lloraron sin consuelo junto a su cuerpo inerte, con el que se fue tanta inteligencia y ganas se servir a los demás.


Y este año han sido dos de mis alumnas fallecidas en plena juventud, pues la primera fue Zoilita Marín Guevara, que murió dándole la vida a su pequeño hijo, que goza de buena salud y ahora Iraida, a quien la parca no le dio tiempo de demostrar su inteligencia superior en el desarrollo de su profesión, ni de cumplir sus metas, sueños y aspiraciones.

¿Qué decir entonces? Iraida siempre estará en todos los que la conocieron.


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