La
plaza cultural que lleva el nombre de Emiliano Salvador es motivo de orgullo de
los habitantes de la ciudad de Puerto Padre y de Las Tunas toda, como un perenne
homenaje en el propio lugar de origen del afamado pianista que se convirtió en
una figura emblemática del jazz afrocubano.
El
parque está concebido en forma de un piano y cuenta con 41 bancos de metal para
simbolizar la edad que tenía el músico al morir prematuramente en octubre de
MIL 992.
Su
inicio en la música fue a los nueve años de edad como integrante de una
orquesta popular que dirigía su progenitor en Puerto Padre, y luego cursó
estudios en la Escuela Nacional de Arte, de La Habana, donde se graduó de percusión.
Pianista
y compositor, este hombre excepcional era uno de esos músicos admirados por los
propios músicos, y muchos lo catalogan como pianista de pianistas.
Junto
a Silvio Rodríguez, Pablo Milanés y otras figuras prominentes de la música
cubana, Emilianito, como le llamaban los más allegados, fue uno de los
fundadores del legendario Grupo de Experimentación Sonora del ICAIC (Instituto Cubano de Arte e Industria Cinematográficos).
Compositor,
arreglista y sobre todo excepcional en el teclado, regaló actuaciones
memorables en España, Francia, Italia, Alemania, la antigua Unión Soviética,
Holanda, Canadá, México, Colombia y otros países de Europa y América, donde sus
discos han sido ampliamente difundidos.
Entre
sus números más famosos figuran Angélica, Poly, Una mañana de domingo y Mi
contradanza, ampliamente interpretados por músicos cubanos. Era maestro en el tratamiento
polifónico y polirrítmico en el que está en la base misma de ese estilo, es
decir, el piano concebido como una orquesta.
El
jazz afrocubano grado tuvo en Emiliano a uno de sus grandes exponentes, y el
mundo lo reconoce como uno de los pianistas más admirados e influyentes, a la
altura de Eddie Palmieri, Hilton Ruiz y Danilo Pérez.
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