domingo, 15 de febrero de 2015

Foto: Ahmed Velázquez.
Elizabeth Palau Benítez es una joven cautivante. Su carisma la hace demasiado atractiva, y para los niños es como una alegría desbordante, como alguien que aleja la tristeza a su paso por las salas del hospital del distrito de Mampong Ashanti, en Ghana, África subsahariana, donde labora. 

Quizás por ese “ángel” que tiene para los niños es que se decidió por la pediatría. Aunque en ese país su especialidad le ha traído los momentos más amargos y difíciles, porque el cuadro de salud infantil es deprimente; cada vez que un pequeño se le va de las manos sufre mucho, y viene a su mente su hijo Roberto, de 14 años de edad.

También hay satisfacciones, porque cada vez que salva a un niño se siente crecer y entonces se alienta a seguir luchando por estos pequeños seres que la mayoría de las veces llegan al hospital cuando queda muy poco por hacer.

Elizabeth tiene 35 años de edad, aunque aparenta 26 ó 27. Es muy bella no solo de cuerpo sino de espíritu. Mas, no se envanece por ello, porque en verdad es su sencillez dejada al tiempo la que la hace más hermosa. 

Según su opinión para una mujer enfrentar una misión como esta es verdaderamente difícil. Hay que prepararse muy bien psicológicamente desde que no se ha salido de Cuba, y no puedes flaquear porque fracasas. Su caso ha sido mucho más duro, porque tiene un hijo adolescente que al principio no se adaptaba a su ausencia, y eso le trajo muchos inconvenientes emocionales en los primeros meses, lo que en varias ocasiones le hizo pensar que tendría que regresar. 

La correspondencia entre ellos es constante y siempre le explica el porqué de su estancia en Ghana, de su misión de curar a niños como él; con el apoyo de la abuela materna, su pensamiento fue cambiando y hoy su razonamiento es distinto. ¡Ahora hasta la alienta en sus cartas! Eso la hace grande, porque piensa que también es fruto de la formación que le ha dado.

Especialista del hospital pediátrico de Palma Soriano, en Santiago de Cuba, Elizabeth busca sus propios mecanismos de defensa para luchar contra la nostalgia por Cuba, que es constante. En la casa es lo más difícil. El trabajo te absorbe, pero la casa es la nostalgia viva por su país. 

Valga que entre sus compañeros siempre están inventando algo para combatir la nostalgia y muchas veces lo logran. El problema es tener muy poco tiempo libre para mantener la mente ocupada. En verdad cuando no están en el hospital o en la comunidad, están localizados aquí en la casa...

Y llega la ambulancia del hospital a buscarla a ella pues está de guardia, porque hay una emergencia. Son las 12:00 de la noche. Cuando aparece en el cuerpo de guardia como el viento interrogador, le pasa la mano al pequeño paciente que sufre una malaria cerebral; el niño abre los ojos y comienza a sentirse mejor.



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Este es mi espacio personal para el diálogo con personas de buena voluntad de todo el mundo. No soy dueño de la verdad, sino defensor de ella. Vivo en un país libre y siento orgullo de ser cubano.

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