lunes, 9 de marzo de 2015

Cuando conocí a Geonel Ramas Sobrecuevas, un día cualquiera en la sede de Radio Manatí, en la oriental provincia de Las Tunas, enseguida percibí que estaba ante un hombre humilde y servidor, salido de la gente de un pueblo de central azucarero que a fuerza de dedicación y estudio había llegado a hacerse periodista.

Eso fue la primera vez que lo vi, porque después, con el tiempo, ya tenía una valoración más completa de él como profesional cuando escuchaba sus reportes por Radio Victoria, y en los últimos meses, estuvimos más cerca porque se convirtió en el reportero titular de Manatí del programa de participación ciudadana de la radio en Las Tunas Latir del pueblo, el cual dirijo.

Después, durante más de cinco meses del pasado año, fue uno de mis alumnos en un diplomado de Radio que impartimos en Radio Victoria, y era el primero en dar sus trabajos para analizarlos de arriba abajo, porque sus ansias de aprender lo llevaban a prestar sus realizaciones como material de estudio.

Durante el receso, siempre nos deteníamos a conversar, y era como una prolongación del aula, porque me preguntaba cualquier duda, cualquier idea que le surgiera, para siempre hacer su trabajo mejor, hasta caer en conversaciones más personales de un tema o de otro.

Igual sucedía con los trabajos de Latir del pueblo. Me llamaba por la mañana bien temprano o por la noche, y me decía en qué situación estaba el reporte de turno, y me pedía sugerencias, e intercambiaba conmigo y hacíamos un taller rápido e instructivo, y siempre tenía buenas ideas.

Ahora Geonel ha muerto, o mejor, ha dicho adiós a la vida, sin avisar, sin esperarlo. Y pienso en la noche de ayer domingo, cuando llamé a Mateo, el director de Radio Manatí, para orientarle el próximo trabajo para Latir del pueblo porque en su casa no me respondían.

Le pregunté por él y me dijo que andaba por el hospital haciéndose unos exámenes, y hasta jaraneamos como lo hacíamos con él, y con el optimismo de siempre le dije que pronto estaría nuevamente en la pelea, sin saber qué cerca estaba de la muerte.

Por eso esta mañana, cuando alguien me lo comentó, quedé como clavado en el piso, sin creer en la triste y demoledora noticia. Porque hombres como Geonel, no pueden morir así, injustamente, absurdamente, y aunque suceda, quienes lo conocimos siempre lo llevaremos en la trinchera de un periodismo que él siempre amó y tan bien representó.




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Este es mi espacio personal para el diálogo con personas de buena voluntad de todo el mundo. No soy dueño de la verdad, sino defensor de ella. Vivo en un país libre y siento orgullo de ser cubano.

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