Cuando
conocí a Geonel Ramas Sobrecuevas, un día cualquiera en la sede de Radio
Manatí, en la oriental provincia de Las Tunas, enseguida percibí que estaba
ante un hombre humilde y servidor, salido de la gente de un pueblo de central
azucarero que a fuerza de dedicación y estudio había llegado a hacerse
periodista.
Eso fue la
primera vez que lo vi, porque después, con el tiempo, ya tenía una valoración
más completa de él como profesional cuando escuchaba sus reportes por Radio
Victoria, y en los últimos meses, estuvimos más cerca porque se convirtió en el
reportero titular de Manatí del programa de participación ciudadana de la radio
en Las Tunas Latir del pueblo, el cual dirijo.
Después,
durante más de cinco meses del pasado año, fue uno de mis alumnos en un
diplomado de Radio que impartimos en Radio Victoria, y era el primero en dar
sus trabajos para analizarlos de arriba abajo, porque sus ansias de aprender lo
llevaban a prestar sus realizaciones como material de estudio.
Durante el receso, siempre nos deteníamos a conversar, y era como una prolongación del
aula, porque me preguntaba cualquier duda, cualquier idea que le surgiera, para
siempre hacer su trabajo mejor, hasta caer en conversaciones más personales de
un tema o de otro.
Igual
sucedía con los trabajos de Latir del pueblo. Me llamaba por la mañana bien
temprano o por la noche, y me decía en qué situación estaba el reporte de
turno, y me pedía sugerencias, e intercambiaba conmigo y hacíamos un taller
rápido e instructivo, y siempre tenía buenas ideas.
Ahora
Geonel ha muerto, o mejor, ha dicho adiós a la vida, sin avisar, sin esperarlo.
Y pienso en la noche de ayer domingo, cuando llamé a Mateo, el director de
Radio Manatí, para orientarle el próximo trabajo para Latir del pueblo porque
en su casa no me respondían.
Le pregunté
por él y me dijo que andaba por el hospital haciéndose unos exámenes, y hasta jaraneamos
como lo hacíamos con él, y con el optimismo de siempre le dije que pronto
estaría nuevamente en la pelea, sin saber qué cerca estaba de la muerte.
Por eso
esta mañana, cuando alguien me lo comentó, quedé como clavado en el piso, sin
creer en la triste y demoledora noticia. Porque hombres como Geonel, no pueden
morir así, injustamente, absurdamente, y aunque suceda, quienes lo conocimos
siempre lo llevaremos en la trinchera de un periodismo que él siempre amó y tan
bien representó.
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