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De izquierda a derecha: Lacha, Mastrapa. Adalys, yo, Labrada, Martes y Lucién. |
Hace
solo unos días, en la Jornada por el Día de la prensa cubana, recibí, junto a
un grupo de profesionales, el reconocimiento Maestro de periodistas, por mi
labor en la docencia durante los últimos 15 años, en este caso en la Educación superior.
Y
eso me ha hecho pensar en mi vocación de maestro, desde que en mis inicios
laborales me desarrollaba como profesor de secundaria básica primero y de
preuniversitario después, hasta que me enrumbé un día hacia el Periodismo, pero
sin dejar de mirar hacia la docencia.
Recuerdo
que después de dejar el magisterio de manera profesional, ya como reportero del
entonces diario 26, le impartía clases a los corresponsales voluntarios y
desarrollaba talleres sobre temas de Periodismo y cuando ingresé a la emisora
provincial Radio Victoria, a finales de la década del 90 del pasado siglo,
acogí en serio mi labor docente, que llegó al clímax cuando comencé a
desempeñarme como profesor de la Universidad Lenin, allá por 2003.
De
entonces para acá la docencia ha acompañado mi desempeño profesional en las
aulas de Comunicación Social de la Facultad de Ciencias Sociales y Humanísticas
y como precursor de la docencia en mi órgano de prensa, hasta las aulas del
Instituto Internacional de Periodismo José Martí, de La Habana, el Centro de
Estudios del Instituto Cubano de Radio y Televisión y muchas emisoras de todo
el país.
Y
es que enseñar lo que uno sabe es lindo. Ver cómo alguien es capaz de
desempeñarse en alguna tarea específica a partir de las enseñanzas de uno,
ofrece una satisfacción sin límites, porque la preparación y el empeño por
llevar adelante una especialidad reflejados en otro reconforta.
Yo,
que me he pasado la vida aprendiendo, me doy cuenta que también me he pasado la
vida enseñando, alejado de aquello de que no se puede enseñar todo que algunos
esgrimen, porque lo lindo es compartir y socializar lo que se ha aprendido,
porque a fin de cuentas el conocimiento es para compartirlo, pues lo otro es un
gran egoísmo.
En
mi Grupo Internet, de Radio Victoria, todos los días estoy “tallereando” algo,
y ahora, por ejemplo, siento la satisfacción de que Luisi, el fotorreportero de
Tiempo21, a quien he formado en esa especialidad desde cero, ya comienza a
editar los vídeos para el medio a partir de lo que le enseño, y el orgullo
crece en mí hasta los tuétanos cuando observo las imágenes que logra, con un
excelente sentido de la composición, el encuadre, los planos, ángulos y el
manejo de la luz, y como fotógrafo de vídeo, y aunque no siempre se lo digo, mi
felicidad es inmensa.
Por
eso he aceptado tan bien ese reconocimiento de Maestro de periodistas, porque
la pedagogía es una profesión hermosa, pues permite reflejarse en los demás.
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