Cuentan
que en su primera juventud, mientras administraba un restaurante en Guáimaro,
Odalys Leyva Rosabal siempre encontraba un instante de ocio para leer el libro
de turno o plasmar en un papel las ideas que le llegaban a su mente, sin saber
quizás que todo lo que escribía era poesía.
En
aquellos tiempos era muy buena su vida desde el punto de vista económico, pero
su espiritualidad cada día le exigía un momento mayor, y sin descuidad ningún
detalle de su negocio, se abstraía en su mundo interior y las ideas salían
raudas de su lápiz, dejando para el futuro una estela de versos a los que le
faltaba pulimento, pero la esencia estaba, la sustancia era sólida, con un
sabor poético que superaba todo lo que se expendía en el paladar.
Y
fue Roberto Perdomo, un poeta errante de Guáimaro, con un talento a toda
prueba, quien descubrió lo que escribía aquella muchacha, que por descuido
había dejado tres poemas sobre la mesa, y con solo echarle una mirada, el poeta
se dio cuenta de que quien escribía tenía la madera necesaria para imponer su
clase, y comenzó a trabajar con ella.
Así,
Odalys ingresa a un taller literario y sus compañeros de entonces quedaban
boquiabiertos por la belleza de sus versos, de su pensamiento, un poco en
bruto, pero con las condiciones necesarias para pulirse y salir adelante.
Fue
el tiempo entonces el encargado de demostrar el talento de Odalys, quien de la
noche a la mañana comenzó a ganar importantes premios como muestra de la
calidad de sus textos, e inició su paso
hacia su crecimiento total, pleno, desbrozador de un camino tortuoso y difícil,
como el de todo escritor, pero con la certeza de que la maleza iba quedando a
un lado ante el ímpetu claro y consistente de la mano mandada por el cerebro.
Hoy,
con el paso de solo algunos años, Odalys Leyva Rosabal se alza como una de las
voces más importantes de la poesía y la narrativa en Las Tunas y un poco más
allá, no solo de las fronteras terrestres, sino marítima, porque no pocos
países de Iberoamérica conocen de su obra, y su condición de miembro se levanta
en el Grupo Internacional Décima
al Filo, que ella fundó, o el Frente de Afirmación Hispanista de México, país
del que ya casi es hija ilustre, como única prueba de que el talento y la
perseverancia pueden superar cualquier obstáculo, para dispararse cual un
resorte hacia los planos más altos de la actividad que se cultiva.
Por todo ello, su nombre,
el de Odalys, es de obligada referencia en la poesía cubana de hoy, porque ella
es de las grandes, de las voces que surcan el aire hacia lo infinito, siempre
para encontrar el oído que acune sus versos o su prosa en busca de la verdad,
su verdad, pulida para satisfacer a sus lectores.
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