viernes, 26 de junio de 2015

Cuentan que en su primera juventud, mientras administraba un restaurante en Guáimaro, Odalys Leyva Rosabal siempre encontraba un instante de ocio para leer el libro de turno o plasmar en un papel las ideas que le llegaban a su mente, sin saber quizás que todo lo que escribía era poesía.

En aquellos tiempos era muy buena su vida desde el punto de vista económico, pero su espiritualidad cada día le exigía un momento mayor, y sin descuidad ningún detalle de su negocio, se abstraía en su mundo interior y las ideas salían raudas de su lápiz, dejando para el futuro una estela de versos a los que le faltaba pulimento, pero la esencia estaba, la sustancia era sólida, con un sabor poético que superaba todo lo que se expendía en el paladar.

Y fue Roberto Perdomo, un poeta errante de Guáimaro, con un talento a toda prueba, quien descubrió lo que escribía aquella muchacha, que por descuido había dejado tres poemas sobre la mesa, y con solo echarle una mirada, el poeta se dio cuenta de que quien escribía tenía la madera necesaria para imponer su clase, y comenzó a trabajar con ella.

Así, Odalys ingresa a un taller literario y sus compañeros de entonces quedaban boquiabiertos por la belleza de sus versos, de su pensamiento, un poco en bruto, pero con las condiciones necesarias para pulirse y salir adelante.

Fue el tiempo entonces el encargado de demostrar el talento de Odalys, quien de la noche a la mañana comenzó a ganar importantes premios como muestra de la calidad de sus textos,  e inició su paso hacia su crecimiento total, pleno, desbrozador de un camino tortuoso y difícil, como el de todo escritor, pero con la certeza de que la maleza iba quedando a un lado ante el ímpetu claro y consistente de la mano mandada por el cerebro.

Hoy, con el paso de solo algunos años, Odalys Leyva Rosabal se alza como una de las voces más importantes de la poesía y la narrativa en Las Tunas y un poco más allá, no solo de las fronteras terrestres, sino marítima, porque no pocos países de Iberoamérica conocen de su obra, y su condición de miembro se levanta en el Grupo Internacional Décima al Filo, que ella fundó, o el Frente de Afirmación Hispanista de México, país del que ya casi es hija ilustre, como única prueba de que el talento y la perseverancia pueden superar cualquier obstáculo, para dispararse cual un resorte hacia los planos más altos de la actividad que se cultiva.

Por todo ello, su nombre, el de Odalys, es de obligada referencia en la poesía cubana de hoy, porque ella es de las grandes, de las voces que surcan el aire hacia lo infinito, siempre para encontrar el oído que acune sus versos o su prosa en busca de la verdad, su verdad, pulida para satisfacer a sus lectores.




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Este es mi espacio personal para el diálogo con personas de buena voluntad de todo el mundo. No soy dueño de la verdad, sino defensor de ella. Vivo en un país libre y siento orgullo de ser cubano.

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