Hace casi
dos años que mi papá partió de este mundo, y hoy es la segunda vez que no está
conmigo un Día de los padres.
Pero la
vida, muchas veces ajena a la realidad, nos deja un hilo para creernos que las
cosas malas no pasan, y hoy cuando iba para la casa de mi mamá, me parecía que
él estaría allí, sentado en el portal, esperándome para conversar, claro, antes
de enfermarse, porque ya en los últimos años su salud estaba deteriorada.
A mi papá
le encantaban las gorras y los relojes, y yo sentía mucho placer cada vez que
le regalaba uno de esos objetos, y me parece verlo como miraba su mano con el
reloj nuevo de regalo, como un muchacho con un juguete nuevo.
Con mi papá
yo me identifiqué desde pequeño. Era un hombre grande y corpulento, que le
gustaba comer mucho y los más diversos platos, y mami siempre decía que no se
llenaba con nada, y lo mandaba a comerse algunas piedras cuando le reclamaba
más comida, y con su carácter bonachón parecía un muchacho grande.
Siempre me
dijo Miguelín, desde pequeño, y cuando quería alfo de mí me achicaba más el
nombre y me decía Miguin, al que siempre acudía cuando quería que me acostara
con él y le hiciera cosquillas por la espalda con una pluma que siempre tenía a
mano.
En mi
infancia y adolescencia, recuerdo a mi padre como un hombre cariñoso, que me
sacaba a pasear y me hablaba de muchas cosas, pero con el tiempo aquello fue
disminuyendo, no sé si por la vejez o por la falta de tiempo, aunque siempre
sentía mucho orgullo por mí como hijo, por el periodista, y aunque pasó el
tiempo siempre hablábamos cuando nos reuníamos, y contaba conmigo para
determinadas cosas por ser su hijo mayor.
Ya después,
cuando enfermó, a veces «perdía» la mente por momentos, pero era reconfortante,
cuando desde su silla de ruedas mami le preguntaba quién era yo y el decía,
«vea, Miguelín», y me miraba con aquellos ojos con poco brillo pero con el amor
de padre por uno de sus hijos.
Decía José
Martí, el Héroe Nacional de Cuba, que un hijo es el corazón, y eso es muy
cierto, porque cuando ya uno es padre disfruta doble de este Día, como hijo y
como padre, y aunque mi papá no esté, entonces uno se siente más padre y
disfruta la compañía de sus hijos, en una constante renovación de la vida que
tanto y tanto camina hacia el final de los tiempos.
Por eso hoy
he disfrutado como padre y como hijo, como progenitor con mis pequeños (aunque
ya sean un poco grandes) y recordando a mi viejo con el mejor de los amores, el
mismo que él me inculcó más con gestos que con palabras, porque papi no era de
mucho hablar, y demostraba su amor con su actuar de cada día para con su
familia.
0 comentarios:
Publicar un comentario