domingo, 21 de junio de 2015

Hace casi dos años que mi papá partió de este mundo, y hoy es la segunda vez que no está conmigo un Día de los padres.

Pero la vida, muchas veces ajena a la realidad, nos deja un hilo para creernos que las cosas malas no pasan, y hoy cuando iba para la casa de mi mamá, me parecía que él estaría allí, sentado en el portal, esperándome para conversar, claro, antes de enfermarse, porque ya en los últimos años su salud estaba deteriorada.

A mi papá le encantaban las gorras y los relojes, y yo sentía mucho placer cada vez que le regalaba uno de esos objetos, y me parece verlo como miraba su mano con el reloj nuevo de regalo, como un muchacho con un juguete nuevo.

Con mi papá yo me identifiqué desde pequeño. Era un hombre grande y corpulento, que le gustaba comer mucho y los más diversos platos, y mami siempre decía que no se llenaba con nada, y lo mandaba a comerse algunas piedras cuando le reclamaba más comida, y con su carácter bonachón parecía un muchacho grande.

Siempre me dijo Miguelín, desde pequeño, y cuando quería alfo de mí me achicaba más el nombre y me decía Miguin, al que siempre acudía cuando quería que me acostara con él y le hiciera cosquillas por la espalda con una pluma que siempre tenía a mano.

En mi infancia y adolescencia, recuerdo a mi padre como un hombre cariñoso, que me sacaba a pasear y me hablaba de muchas cosas, pero con el tiempo aquello fue disminuyendo, no sé si por la vejez o por la falta de tiempo, aunque siempre sentía mucho orgullo por mí como hijo, por el periodista, y aunque pasó el tiempo siempre hablábamos cuando nos reuníamos, y contaba conmigo para determinadas cosas por ser su hijo mayor.

Ya después, cuando enfermó, a veces «perdía» la mente por momentos, pero era reconfortante, cuando desde su silla de ruedas mami le preguntaba quién era yo y el decía, «vea, Miguelín», y me miraba con aquellos ojos con poco brillo pero con el amor de padre por uno de sus hijos.

Decía José Martí, el Héroe Nacional de Cuba, que un hijo es el corazón, y eso es muy cierto, porque cuando ya uno es padre disfruta doble de este Día, como hijo y como padre, y aunque mi papá no esté, entonces uno se siente más padre y disfruta la compañía de sus hijos, en una constante renovación de la vida que tanto y tanto camina hacia el final de los tiempos.

Por eso hoy he disfrutado como padre y como hijo, como progenitor con mis pequeños (aunque ya sean un poco grandes) y recordando a mi viejo con el mejor de los amores, el mismo que él me inculcó más con gestos que con palabras, porque papi no era de mucho hablar, y demostraba su amor con su actuar de cada día para con su familia.


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Este es mi espacio personal para el diálogo con personas de buena voluntad de todo el mundo. No soy dueño de la verdad, sino defensor de ella. Vivo en un país libre y siento orgullo de ser cubano.

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