domingo, 6 de marzo de 2016

Cuenta la leyenda que Yumurí era un joven cacique que gobernaba en el poblado de Yucayo, en el territorio de la actual provincia de Matanzas, al occidente de Cuba, y se hallaba comprometido con Albahoa, una bella joven que vivía en otra aldea al centro de un valle aún sin nombre.

El cacique Guananey era el padre de la muchacha y días antes del ritual del matrimonio andaba de pesca con Yumurí y por una disputa se disgustaron.
Dicen que a partir de ahí quedó roto el compromiso entre los jóvenes y Guananey, quizás por venganza decidió que su hija se casara con Canasí, otro gobernante aborigen.

Yumurí quedó destrozado por la nostalgia que sentía por su amada, y cada tarde subía a las alturas nombradas que hoy se conocen con el nombre de Monserrate, desde donde observaba la aldea donde estaba Albahoa, y se juró llevársela a cualquier precio.

De forma oculta le avisó que el propio día del matrimonio lanzaría tres graznidos de lechuza, como señal para que ella corriera a su encuentro.

El dúa de la huida, los guerreros de Guananey descubrieron todo y comenzaron a perseguirlos. Acosados, los dos jóvenes se lanzaron a cruzar el río Babonao por un lugar desconocido, pero la corriente era tan fuerte que se fueron sumergiendo poco a poco hasta desaparecer de la vista de sus perseguidores.

A partir de entonces, el río comenzó a llamarse Yumurí, al igual que el valle, testigos de la tragedia que con el paso de los años ha ido de generación a generación como muestra del amor que no pudo ser por los caprichos del viejo cacique, quien murió de tristeza por la desaparición de su hija.




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Este es mi espacio personal para el diálogo con personas de buena voluntad de todo el mundo. No soy dueño de la verdad, sino defensor de ella. Vivo en un país libre y siento orgullo de ser cubano.

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