sábado, 22 de febrero de 2014

En un costado de la biblioteca provincial José Martí, hay un mapa que
muestra cómo estaba conformada la ciudad de Las Tunas en sus orígenes.
Dañar el patrimonio cultural es dañar una parte importante de la vida de un lugar.

Y casi siempre, quienes no se detienen a pensar en ello, pero sobre todo a luchar por ello, tienen escasez en la vista o son casi miopes, porque no se dan cuenta de que están hipotecando el futuro histórico de las nuevas generaciones.

¿Qué dirán los hombres y las mujeres del mañana, si cuando se detengan en una calle de esta ciudad, o de otra de la provincia, no sepan dónde están parados por la falta de referencia de la que le hablaron sus padres?

El problema es tan serio de lo que algunos pueden pensar. Porque la propia vida impone sus líneas de pensamiento y acción y por ello es que otros lugares del mundo y de Cuba, por supuesto, preservan los centros históricos que dieron lugar a sus nacimientos.

¿Por qué entonces en la provincia de Las Tunas se descuida este principio?
Ese fue un tema debatido con fuerza por la Comisión de trabajo permanente del Octavo Congreso de la Unión de Escritores y Artistas de Cuba en Las Tunas, que analiza el tema de la ciudad, la cultura y el desarrollo.

Es un crimen dejar morir o mutilar lo que nació con la historia misma, ¿Qué pensarán quienes busquen una foto de Las Tunas del ayer y no encuentren puntos de comparación con la ciudad de hoy, sin negar el desarrollo, sin negar el paso del tiempo.

En cualquier parte, las ciudades crecen hacia sus laterales, pero su centro histórico, el mismo que nació con el lugar, se preserva porque precisamente ahí están las raíces, y esas nunca se pierden.

Con cuánta nostalgia miles de tuneros miran hoy su parque Vicente García en la parte aledaña a la iglesia católica donde cercenaron un pedazo de su historia por el capricho de transformar lo que no se puede transformar, o recuerdan el hotel Plaza, demolido sin piedad en los años 60 del pasado siglo, para cercenar para siempre un pedazo de la historia.

¿Cuántos no pasan cada día por allí buscándole la razón de ser a un intento de glorieta que no es más que un pedazo anacrónico sobre un espacio histórico, donde la gente se sentaba en los amplios bancos a escuchar la retreta de la Banda municipal de conciertos, o para disfrutar de una noche de domingo con su familia?

Tanta indiferencia asusta. Como asusta el peligro de desaparición de las partes más importantes de ciudades y poblados emblemáticos, llenos de historia y orgullo, porque no se entiende la importancia de los valores patrimoniales.

¿Por qué los romanos han preservado con amor y desvelo parte de su Coliseo, y los habaneros su Catedral, o el Paseo del Prado, o el Capitolio?

¿Por qué no hacer lo mismo en Las Tunas, si esta es una región llena de historia, de inmuebles llenos de valores?

Cierto es que en la ciudad de Las Tunas, por ejemplo, se ha transformado para tener una urbe más linda, algo innegable, pero se han hecho acciones en contra del patrimonio que ahora es muy difícil de rectificar.

Afortunadamente, la estatua del mayor general Vicente García, recibe una restauración por primera vez en sus más de 100 años de vida. De esa forma también hay que restablecer lo original del parque del mismo nombre, el hotel Plaza y otros inmuebles de Puerto Padre y las casas y edificios natales de Chaparra –por solo citar unos ejemplos que abarcan todo el abanico patrimonial- para que no sigan muriendo a pedazos, porque los muchachos de hoy serán los hombres del mañana, y necesitarán para entonces encontrarse con sus raíces, encontrarse con su historia. Y eso, no puede esperar.
 

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