
Y
aquella imagen se grabó para siempre en la mente de Alexander Lecusay, quien
desde entonces se propuso hacerse pintor.
Así,
un día se fue a La Habana para estudiar Artes Plásticas en una academia de la
capital, y regresó a Las Tunas graduado, con sus años jóvenes por delante para
llegar a ser grande en el grabado, su gran pasión, y comenzó a hacer época.
Por
la calidad indiscutible de su obra otro día ingresó a la Unión de Escritores y Artistas de Cuba, y hoy es todo
un consagrado en las artes plásticas de la provincia de Las Tunas, y se dedica
sobre todo a la pintura y el dibujo, mientras la prensa que una vez se hizo
espera para un día lograr el mejor grabado del mundo, porque él es grabador por
naturaleza.
Con
un expresionismo que muchas veces se aleja de los cánones de la pintura,
Lecusay se torna a veces surrealista, quizás para recordar que una vez existió
un hombre grande nombrado Wifredo Lam, o para demostrar que los ismos marcan la
vida de los artistas de la plástica como quizás marcaron a Lam, parabién de la
cultura cubana.
Lo
cierto es que aquel muchacho del barrio de Los Pantalones, que solo había que
mirarlo atravesado para irse a los puños con sus colegas en cualquier calle, es
ahora un ser marcado por su tiempo, por la naturaleza del hombre, sus leyes, y
marcha a fuerza de pincel hacia un presente mejor, porque se declara como
alguien de este día, con una cierta mirada hacia atrás para tratar de hacerlo
todo mejor.
Hoy
Lecusay es el pintor, el grabador o el dibujante empeñado en una obra para su
público, que sabe reconocerlo por su manera de ver la vida, a través del prisma
de sus colores.
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